10 minutos antes de la apertura de la cafetería, las 6,20, pudimos
tomarnos un café rápido y algo sólido en el bufet que no era tan bueno como el
del hotel Northerm de Saigon. A la hora acordada Ly nos vino a recoger.
Nos dirigimos al autobús que nos llevaría a Sapa a300 km al norte y que
emplearía unas 5 horas en llegar. Mientras íbamos Ly nos dijo que era un
autobús de línea diferente, en el que nunca habíamos subido. Y, sinceramente,
lo dudé.
Cuando llegamos ya estaban casi todos los pasajeros en sus sitios, y,
efectivamente, el autobús me sorprendió: el tamaño era el mismo que los que
tienen 45 plazas pero aquí el espacio estaba distribuido de otra manera y solo tenía
capacidad para una veintena de pasajeros; cada línea solo tenía 3 asientos (2,
pasillo y 1 separado). Los asientos se reclinaban casi por completo elevando
también las piernas. Un “sleeper bus”. Los habíamos visto circulando pero no
pensé que viajaría en uno de ellos, aunque vimos también otros distintos que se
hacen cama o literas por completo y que son de dos pisos.
Se presentó la que hacía las funciones de “azafata” para darnos unas
pequeñas instrucciones…en perfecto inglés, nos dieron agua, unas galletas y una
manta. Nuestro guía se “despidió de nosotros” y a dormir. No se despertaría en
todo el trayecto. Hicimos un par de paradas técnicas para estirar las piernas y
nuestro guía ni inmutarse. Incluso llegamos a dejar a dos pasajeros en una de
ellas y gracias a alguien, paramos a recogerlos. Si nos hubiera ocurrido a
nosotros nuestro guía ni se habría enterado.
En una de las paradas identificamos a una joven pareja española que
viajaban por libre por el país. Indagué con ellos la posibilidad de hacer una
excursión al mercado de Bac Ha, a unos 60 km de Sapa, celebrado todos los
domingos y donde gente de distintas etnias que vivían en la selva bajaban a
vender sus productos. Esa excursión era asumible cuando había un grupo para
repartir los gastos pero a nosotros nos parecía excesivo, ya que Ly nos pidió
200 euros. Me extrañó el elevado importe ya que los taxis son baratos y me
quedé dándole vueltas. Maduraría después.
Hasta Lao Cai el autobús circula por autopistas y llevamos una buena
velocidad. Comenzamos a descubrir el paisaje verde y selvático, las
pronunciadas pendientes, las montañas pobladas de vegetación que se recortan al
fondo…
En Lao Cai abandonamos la autopista para comenzar a ascender hacia Sapa
y vamos descubriendo las terrazas de los arrozales que llenan casi todo el
paisaje. Ahora están casi vacías y parecen dormidas hasta la primavera en que
serán sembradas y estallarán en una belleza incomparable según he podido ver en
fotografías.
Carretera tortuosa y ascendente, siempre, hasta llegar a un lugar que
parece contrastar vivamente con el paisaje, donde edificios, casas, hoteles
parecen salir de en medio de la nada. Despertamos a nuestro “durmiente” guía
quien arrastrando maletas nos lleva a nuestro hotel, el sunny mountain, en lo
que parece ser una céntrica y bulliciosa calle llena de comercios. Angel y yo
comentamos que su actitud parecía poco profesional.
Entramos en la habitación y nos inunda un impresionante paisaje: al
fondo y a través de las ventanas se recortan las verdes y espectaculares
siluetas de una enorme montaña. Luz,
mucha luz, un cielo azul con alguna nube. Atraidos por esta imagen nos
acercamos al balcón para poder disfrutar más de algo que parece sacado de una
fotografía de National Geografic. Luego nos fijamos en la habitación, sencilla,
acogedora y muy agradable.
Nos instalamos, nos cambiamos de ropa y nos fuimos a buscar un sitio
para comer. Como en Saigón, tenía anotado algunos recomendados en triadvisor,
pero no fuimos capaces de encontrarlos, así que después de pasear por calles
con obras de nuevas construcciones prácticamente en todas, decidimos entrar en
un restaurante, a estas horas “españolas” –las 14,30- vacío. Y una vez más nos
colamos con las cantidades y, por ejemplo, cuando pedimos “2 rollos de
primavera” en realidad eran 6 u 8 en total, y así con otros platos. Aunque
comer no es muy caro, podríamos haberlo hecho por menos dinero.
Mientras comíamos perplejos observábamos el ir y venir de mujeres
vestidas con trajes típicos, como si de un documental de antropología se
tratara. Y después decidimos acercarnos
a la aldea Cat Cat. Cuando se lo comenté a Ly al llegar, nos dijo que
tardaríamos unas 4 horas en hacer el recorrido. Decidimos empezar a descender
pensando que en cuanto nos cansáramos o viéramos que se iba la luz,
regresaríamos o podíamos hacerlo en cualquier momento. Pero llegamos a la aldea,
admirando siempre la mole que teníamos frente a nosotros y sorprendiéndonos por
algo que se haría habitual como eran los búfalos de agua o los cerdos
vietnamitas.
Para seguir hacia la aldea en sí
y llegar al río cobraban una pequeña entrada que pagamos dudando en si realmente nos daría tiempo a
llegar. Descendemos entre casas de bambú convertidas la mayoría en tiendecitas de
artesanía y recuerdos. El camino está asfaltado con piedra y es cómodo. Niños y
jóvenes vietnamitas por todas partes, vestidos con trajes típicos en su mayoría
y también turistas.

Mucha gente, molinos de agua, cabañas, puestecillos…en el interior de
una casa se desarrollaba un espectáculo gratuito de danza al que dedicamos unos
minutos para luego continuar nuestro recorrido circular. No podríamos retrasarnos
mucho porque ya la tarde caía y deberíamos ascender.
Y una vez en el hotel nos duchamos y decidimos salir a cenar para luego
visitar el mercadillo que según Ly se ponía en la calle cercana al hotel donde
las mujeres de las etnias del lugar vendían sus productos artesanales.
Nos decidimos por un restaurante local donde vimos que a la entrada
tenían una mesa con productos frescos que elegías y con los que preparaban brochetas que hacían
a la brasa. Así, hicimos nuestra elección y pasamos al interior, una gran sala
que parecía más una especie de nave con bancos y mesas que se compartían con la
gente.
Allí elegimos bebida y al rato nos sirvieron lo que habíamos elegido. Los
clientes eran todos vietnamitas y luego pudimos comprobar que la carta iba más
allá de la barbacoa ya que dentro se podían elegir más cosas.
Por supuesto, como únicos cubiertos, los palillos. Yo conseguí hacerme
con ellos, no sin antes provocar la hilaridad de la pareja que teníamos en
frente cuando al coger algo se me cayó y
Angel que se negó y utilizó los palillos como tenedores para pinchar la
comida. Eso sí, nos resultó muy barato.
Después de cenar nos dirigimos al mercadillo nocturno y encontramos la
calle abarrotada de mujeres ataviadas con sus vestidos típicos y que extendían
sus productos artesanales sobre mantas colocadas a los lados y en el centro de
la calle. Había muchos, sobre todo de costura y me llamaron especialmente la
atención unos cojines tejidos a punto de cruz por los que pedían unos 3 euros
al cambio.
Que salimos con cojines…y
alguna cosa más. Y yo, incapaz de regatear ¿Cómo voy a hacerlo cuando me piden
3 euros por un cojín tejido a mano a punto de cruz? Me parecía injusto.
Cansados, nos retiramos para afrontar el día siguiente en el que
habíamos quedado tarde, a las 10. Cuando me medio quejé a Ly diciéndole que a
esa hora yo me había recorrido la ciudad dos veces, me dijo que antes había
niebla, así que, a esperar.
17 de noviembre. Los arrozales
Amaneció un día estupendo, con un luminoso sol llenando de luz todo el valle por encima de las majestuosas montañas que se
recortaban frente a nuestra ventana. Alguna que otra nube aislada se desplazaba
lentamente por un cielo azul intenso.
Subimos a desayunar. Desde la terraza del restaurante las vistas eran,
si cabe, mas bonitas. Después bajamos a
recepción un poco antes de la hora acordada con Ly. Y, cuando me dan tiempo para
pensar y organizar, lo aprovecho así que sin que se me fuera de la cabeza la
excursión al mercado de Ben Hac, salimos a la calle en busca de taxi u oficina de turismo o cualquier otra
concentración de taxis o vehículos que se pudieran alquilar. Pero no la
encontramos así que de regreso me dirigí a recepción y pedí presupuesto.
Amablemente nos lo dieron escrito a mano en un papel y en dólares: al cambio
unos 100 euros con comida incluida. De este último detalle no me di cuenta ….y
lo pagaría después. Me gustó, así que le
dije que primero tenía que hablar con nuestro guía y luego la responderíamos.
Pero de eso se encargaron ellos ya que cuando Ly llegó y antes de que
yo pudiera decirle algo, fue llamado por la recepcionista. Así que luego
estuvimos hablando. Nuestra postura era casi firme: nos íbamos con él, si
quería y le invitábamos, o sin él y así tendría el día libre y le pedimos que
la excursión prevista para mañana nos la hiciera en la tarde de hoy ya que a mi
juicio, sobraba tiempo, como él ya nos había hecho saber y es que las tres
tardes libres en esta muy pequeña ciudad, eran demasiado.
Así que acordamos que él miraría si podía conseguirnos esa misma
excursión un poco más barata y si, además, podía venir porque nos contó que a
lo mejor la agencia le mandaba algo (lo que no nos creímos ya que en
teoría mañana por la mañana tendría que
estar con nosotros y por la tarde al menos pendiente de recogernos para
desplazarnos a Lao Cai al tren nocturno de regreso a Hanoi). Añadío también
cuando le dije que hiciéramos las excursión prevista para mañana en la tarde
hoy, que tendríamos que haber empezado el día más temprano a lo que le contesté
que ya se lo dije yo el día anterior. En fin, luego, analizando los pormenores
de la excursión pensamos que estaba intentando sacar partido a esto maniobrando
a su manera, pero de esto, hablo luego.
Así vino nuestro transporte y nos llevó carretera abajo hasta un punto
determinado donde nos bajamos para ir caminando hacia fondo del valle por una
senda. Allí nos esperaban bajo sus grandes paraguas un grupo de tres mujeres
ataviadas con trajes de la zona y algunas con sus hijos pequeños a la espalda.
Iniciamos el descenso y ellas, con nosotros y nos acompañaron hasta el
final, hasta el pueblo al fondo del valle. Así descendíamos entre bonitos
arrozales, ahora cubiertos de agua y salpicados de vez en cuando con algún que
otro búfalo de agua. Ly avanzaba rápido, como así le pedimos para que nos diera
tiempo a todo. Le dijimos que fuera a su ritmo y que si nosotros no podíamos
seguirle, se lo diríamos, pero, para su sorpresa, no fue así y en un momento
determinado nos dijo que andábamos como jóvenes de 20 años. Añadió que ese
mismo camino podía tardar 3 o 4 horas en hacerlo con un grupo
Así en muy poco tiempo estábamos ya en la aldea que fuimos atravesando
dejando a nuestro paso casas convertidas ahora en puestos de artesanía local.
Según nos dijo Ly, la gente que vivía antes aquí había ido vendiendo sus casas
para internarse aún más en la selva dejando atrás todo el bullicio que traían
los turistas y quienes habían comprado sus viviendas las habían convertido en
tiendas, restaurantes o bares.
Atravesamos el poblado con sus cerdos disfrutando en charcas de dudosa
higiene, de los búfalos de agua, con su
patas cubiertas de lodo hasta las
rodillas, gallinas, gallos, perros y todo tipo de bichos domesticos. Tambien
disfrutamos de la flora de la zona. Aquí nos dijo Ly que se comían a los
perros, bueno, en realidad afirmó varias veces que los vietnamitas se comen
todo bicho que se mueva, como luego pudimos comprobar.
Llegados al final nos dirigió a un restaurante local con una terraza de
madera al aire libre y a eso de las 12 pidió la comida para todos. Nos pareció
pronto, pero no dijimos nada. Mientras la degustamos disfrutamos de un sencillo
espectáculo de danza. Después de comer, descansamos un poco, yo sobre unas
piedras en el suelo. ¡cualquiera se aventura sobre cualquier otra superficie!
¡a saber que había!
Ly seguía sin decirnos nada de la excursión del día siguiente. Regresamos
a un punto a que nos recogiera otro taxi que nos llevó de regreso a Sapa. Allí
vimos como Ly hacía llamadas y esperamos hasta que apareció un Land rover que
nos llevaría a otro valle. En el transcurso del viaje nos dijo que había
conseguido un vehículo para que nos llevara mañana al mercado de Bac Ha por el
mismo precio y que él vendría con nosotros. Eso lo haríamos por la mañana no
tendiendo que regresar de Lao Cai a Sapa. Por la tarde podríamos hacer una
excursión por un río, pero nos pidió 25 euros a cada uno, lo que nos pareció
caro, así que lo dejamos solo en el mercado. Lo que sí hizo fue cambiarnos la
cena de hoy, que no estaba incluida en el viaje, por la comida de mañana que sí
estaba incluida y no podríamos hacer. Consiguió nuestra cena en el restaurante
del propio hotel. Luego nos daríamos cuenta lo que ya dije antes, que en la oferta del
hotel estaba incluida la comida. Pero bueno, también es verdad que fue un
cambio
Así en nuestro espectacular vehiculo circulamos por carreteras, bueno,
caminos de cabras por llamarle algo, llenas de barro y baches. Lo cogimos
impecablemente limpio, y nos bajamos con el casi cubierto de barro. El todo
terreno nos dejó en una senda asfaltada con cemento que discurría por el valle,
plana y por donde fuimos contemplando
los cultivos de orquídeas de los que vivían en esta parte, sus casas,
sus gentes…
Ellos mismos hacían sus macetas. Y mucha, mucha tranquilidad y
ningún turista, algo bien distinto a la mañana. Hicimos el camino los tres
solos, disfrutando de los campos de arroz, las orquídeas u otros cultivos de
flores, observando las humildes casas de madera y sus habitantes, los niños
sucios y sin zapatos, corriendo felices.


18 de noviembre. El mercado de Bac Ha.
Lao Cai y tren nocturno a Hanoi
Una vez más, a hacer maletas. Se estaba convirtiendo en algo ya
rutinario y mantener el orden y la organización así día tras día, era difícil.
A la hora acordada bajamos a recepción y puntualmente Ly nos recogio en
un monovolumen para nosotros solos. Iniciamos nuestro largo camino que duraría
unas 3 horas por sinuosas carreteras que si al principio, hasta Lao Cai
discurrían entre terrazas de arroz, lo hacen luego entre montañas de altura no
muy pronunciada pero cubiertas de verdor, arboladas. Selva. Mientras bajábamos
fugazmente vi a dos o tres jóvenes que sujetaban por la cola dos serpientes de
cerca de un metro y medio. Y Ly me dijo que eran para comer, como “todo lo que
se mueve” y que estaban vivas, que les gusta así y que una vez cogidas, estaban
ya controladas. Este país no dejaba de sorprendernos.
Y llegamos a la ciudad. Era un hervidero de gente, animación y color. El
color, como siempre, lo ponían las
mujeres ataviadas con vestidos muy elaborados algunos y aquí la variedad era
mucho mayor que en Sapa, lo que indicaba también procedencias distintas. Y yo,
como no, fascinada. Los productos que vendías, extendidos sobre mantas en el
suelo, también añadían su nota de color a este peculiar mercado.
Tras Ly nos internamos en esta maraña de gentes y productos siendo
engullidos por él en segundos. Nos comentó que este mercado se celebraba todos
los domingos y aquí acudían de unas siete u ocho etnias distintas a vender sus
productos. Es también un sitio de reunión donde se encuentran compartiendo todo
el día. Así había una zona con bancos y mesas donde familias completas comían y
charlaban. Llegaban a él en moto, o andando desde distintos puntos. De hecho
cuando veníamos vimos algunas motos en cuyos laterales colgaban jaulas con todo
tipo de animales, desde gallinas hasta cerdos,cuadruplicando, si no más, el
ancho de la moto. Antes era muy peligroso ya que tenían que caminar por la
selva y durante la noche para llegar con
las primeras luces del día.
Las mujeres extendían sus mantas en el suelo sobre las que mostraban
todo tipo de productos. En unos, comestibles vegetales y aquí era donde había
un mayor colorido y variedad, en otra zona, carnes y pescados, en otra tejidos.
Ly nos llevó a la zona del ganado donde vimos vender los Búfalos de agua. Según
él con la venta de uno se podían comprar una moto. Tambien vimos vender gallos,
gallinas, cerdos y …perros, todos cachorros, muy pequeños para ser comidos aún.
Nos dijo que incialmente eran mascotas y si pasaban de una determinada edad ya
no se los comían.
También nos condujo a una zona donde se compraban y vendían gallos de
pelea y, curiosa, aunque temerosa por lo que me pudiera encontrar, me asomé a
un corrillo. Allí mostraban sus animales y charlaban. Solo hombres.
Tras este breve recorrido Ly nos invitó a hacerlo nosotros y a dedicar el
tiempo que quisiéramos. Atraída por la idea pero con miedo a perderme por su
gran tamaño y lo laberíntico que me
parecía, -como todos los mercadillos- al
que sumábamos la cantidad de gente, iniciamos nuestro solitario recorrido con
esa cierta sensación de “desamparo” cuando nos vemos rodeados de una multitud
de gente asiática en un lugar completamente desconocido para nosotros y sin la
protección de nuestro guía.
Así,
intenté “fotografíar” en mi memoria los lugares que me rodeaban pero aún así
desconfiaba de mí misma por lo que le dije que me escribiera en un papel el
punto de reunión donde habíamos acordado encontrarnos por si nos perdíamos. No
fue necesario. Y pronto se me
olvidó esa extraña sensación y me
encontré absolutamente desbordada por lo que veía a mi alrededor y una y otra
vez intenté fotografiar en mi memoria los sitios pero aún así, desconfiada, le
dije que me escribiera el punto en el que habíamos acordado encontrarnos, por
si me perdía. No fue necesario.
Y así, volvimos otra vez sobre nuestros pasos y nos sumergimos en esta
extraña maraña compuesta de gentes de distintas procedencias y edades, de
productos, desconocidos muchos para nosotros, de olores, y colores, animales algunos extraños, tratando de absorber esta especie de caos
ordenado, pero lo que más me fascinaba era la gente, las mujeres en concreto,
sus caras, sus trajes, con sus hijos a la espalda, vestidas con los trajes de
la zona y algunas hablando por el movil, otras aún con el casco de la moto, -curioso
contraste éstos- el colorido de todo el conjunto, el bullicio…parecía un lugar
casi onírico. Anduvimos perdidos de un sitio a otro, mirando aquí y allá. Observamos partes diferenciadas, una para frutas y verduras, otra de telas y artesanía, otra para grandes animales, otra distinta para pequeños animales, ropas, …una curiosa “peluquería” compuesta por una mesa, silla y espejo. (Lo dedujimos por el pelo en el suelo). Había tambien turistas occidentales, pero no muchos y ningún grupo aunque en nuestro viaje sí habíamos visto algún que otro monovolumen que debían dirigirse a este peculiar lugar.
Hicimos algunas compras, pese a Angel, ya que no tiene paciencia alguna
para estos menesteres y dimos por terminada nuestra pequeña aventura.
Ly nos esperaba, llamó a nuestro transporte y nos dirigimos al
restaurante a comer. Sencillo, de carretera, por el que nos cobraron nada mas y
nada menos que 9 euros a cada uno. Caro aunque estamos casi seguros de que Ly
se llevó una comisión, como suponemos también que lo hizo de nuestro transporte.
Está bien, hizo un trabajo adicional buscando un transporte y cambiando y
encajando el día de ayer y haciendo de guia hoy en vez de haber tenido dos
tardes libres. Pero también nos dio la impresión de que sacó más quizás, de lo
que debía.
Detrás del restaurante estaban los baños y descubrimos el
“lavavajillas”. Una señora en cuclillas, en el suelo y con barreños, lavaba
platos y vasos. Esto también sería habitual en otros restaurantes.
Después de comer Ly nos paró en un campo de te para enseñárnoslo. Así vimos la planta, un arbusto y parece ser que las hojas, brotes, habían sido recogidos ya. Un par de niñas cruzaron la carretera con nosotros intentando vendernos bolsas de te. Angel se enfadó mucho, no solo por lo persistentes que podían ser sino también por no poder explicarse como la madre dejaba que las niñas cruzaran la carretera solas y se fueran, también solas, con turistas desconocidos Y es que es difícil no mirar todo esto con nuestros ojos de occidentales. Solo cuando nos paramos a pensar un poco y reflexionamos, podemos, al menos, no juzgar.
Ly nos había propuesto en un principio y para llenar la tarde, hacer un trayecto pequeño en un barco pero nos pidió 25 euros a cada uno. Caro. Ya nos habíamos pasado con esto, lo sabíamos, pero no consideramos interesante ni imprescindible dar este paseo así que rumbo a Lao Cai.
Visitamos un templo y de allí nos llevó a la estación. Era muy pronto,
alrededor de las 17 horas y el tren partía a las 21 o 21,30, así que nos
acompañó a un cercano mercado por el que estuvimos paseando y poniendo nombre a
algunos productos por los que le preguntamos. Parte de frutas y verduras, otra
de carne y otra de pescado que curiosamente estaba vivo: las anguilas en un
barreño vivas, igual que las gambas. Tambien, como en todos, otra parte donde
cocinaban y se podía comer. Probamos el pan de arroz. A mi me gustó, no así a
Angel.
Ly marcho de regreso a una cafetería cercana a la estación donde habíamos acordado encontrarnos y nosotros nos dirigimos hacia el río y encontramos su cauce, de arena, cultivado en distintas huertas y lo más curioso y casi sobrecogedor, era de donde cogían el agua para regar, porque a nuestro juicio, parecían aguas más que sucias por no calificarlas de residuales. Pero ahí parecía crecer de todo. Un poco después también pudimos observar la “artesana” recogida de basuras.
Anocheciendo decidimos regresar a la cafetería y esperar allí la hora de partida. Teníamos mucho tiempo por delante y nos distrajimos conectándonos a internet, yendo y viniendo de la estación, buscando un sitio donde poder comer algo ligero –que no encontramos-, etc., pero aún así la espera si hizo algo pesada. Tiempo muerto, perdido. Algo que, por desgracia, se repetiría durante el viaje.
Y llegó la hora. Nos acercamos a la estación y Ly nos guio a nuestro vagón y a nuestras literas que compartiríamos con dos jóvenes de Saigón. Allí nos dejó en un espacio más que justito para las cuatro literas y muy espartano. Curioso el “relieve” metálico que servía para apoyar el pie y subir a la litera superior. Como no había nada similar dedujimos que serviría para eso. Baño en el pasillo para todos.
Cuando volví me encontré a una de las chicas con una mascarilla puesta. Casi me entra la risa. Digo yo que por un día que no se la hubiera puesto no creo que hubiera pasado nada. Yo digo que tengo poco pudor, cada vez menos, pero hay gente que no tiene ninguno.
En fin, que nos comunicamos algo buscando el aire acondicionado, la luz, cómo cumplimentar una encuesta, etc. Y al poco de ponerse en marcha el tren sobre las 21,30, yo me “armé” con mis tapones para los oídos (había leído que el “chucu-chucu, traca-traca” era constante) mi pastillita para poder dormir y me quedé tiesa hasta que comenzamos a entrar en Hanoi, alrededor de las 5,30 de la mañana.
Una vez allí Ly nos recogió y un coche nos llevó a un restaurante chino donde podíamos desayunar. No debían ser más de las 6 y ya había muchas tiendas abiertas. Pero ¿cuándo duerme esta gente?. Pero el restaurante estaba cerrado y Ly tuvo que llamar y esperar a que abrieran pero una vez que lo hicieron el desayuno fue bastante contundente. Yo pedí más leche ya que a estas alturas no he contado que para visitar Sapa el centro de vacunación internacional nos recomendó la profilaxis contra la malaria –entre otras cosas como vacuna contra el tifus, hepatitis A y tétanos- y habíamos leído y oído todo tipo de comentarios sobre los posibles efectos secundarios de este medicamento. Yo tenía mucho miedo, hasta tal punto que dije que si sus efectos me incapacitaban para disfrutar, dejaba de tomarla. Pero un compañero nos recomendó tomar junto con la pastilla del malarone leche o productos lácteos, cuanto más mejor, y yo solía tomar 2 cafes con leche (el café era aguachirli por lo que me echaba mucho café y poca leche) y un yogur y con eso, ninguno de los dos tuvimos problema alguno. Así con un buen desayuno y dos tazas de leche más sólidos que escogiéramos solíamos comenzar el día.
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