SAPA

16 de noviembre. Hanoi-Sapa

10 minutos antes de la apertura de la cafetería, las 6,20, pudimos tomarnos un café rápido y algo sólido en el bufet que no era tan bueno como el del hotel Northerm de Saigon. A la hora acordada Ly nos vino a recoger.

Nos dirigimos al autobús que nos llevaría a Sapa a300 km al norte y que emplearía unas 5 horas en llegar. Mientras íbamos Ly nos dijo que era un autobús de línea diferente, en el que nunca habíamos subido. Y, sinceramente, lo dudé.

Cuando llegamos ya estaban casi todos los pasajeros en sus sitios, y, efectivamente, el autobús me sorprendió: el tamaño era el mismo que los que tienen 45 plazas pero aquí el espacio estaba distribuido de otra manera y solo tenía capacidad para una veintena de pasajeros; cada línea solo tenía 3 asientos (2, pasillo y 1 separado). Los asientos se reclinaban casi por completo elevando también las piernas. Un “sleeper bus”. Los habíamos visto circulando pero no pensé que viajaría en uno de ellos, aunque vimos también otros distintos que se hacen cama o literas por completo y que son de dos pisos.

Se presentó la que hacía las funciones de “azafata” para darnos unas pequeñas instrucciones…en perfecto inglés, nos dieron agua, unas galletas y una manta. Nuestro guía se “despidió de nosotros” y a dormir. No se despertaría en todo el trayecto. Hicimos un par de paradas técnicas para estirar las piernas y nuestro guía ni inmutarse. Incluso llegamos a dejar a dos pasajeros en una de ellas y gracias a alguien, paramos a recogerlos. Si nos hubiera ocurrido a nosotros nuestro guía ni se habría enterado.

En una de las paradas identificamos a una joven pareja española que viajaban por libre por el país. Indagué con ellos la posibilidad de hacer una excursión al mercado de Bac Ha, a unos 60 km de Sapa, celebrado todos los domingos y donde gente de distintas etnias que vivían en la selva bajaban a vender sus productos. Esa excursión era asumible cuando había un grupo para repartir los gastos pero a nosotros nos parecía excesivo, ya que Ly nos pidió 200 euros. Me extrañó el elevado importe ya que los taxis son baratos y me quedé dándole vueltas. Maduraría después.

Hasta Lao Cai el autobús circula por autopistas y llevamos una buena velocidad. Comenzamos a descubrir el paisaje verde y selvático, las pronunciadas pendientes, las montañas pobladas de vegetación que se recortan al fondo…

En Lao Cai abandonamos la autopista para comenzar a ascender hacia Sapa y vamos descubriendo las terrazas de los arrozales que llenan casi todo el paisaje. Ahora están casi vacías y parecen dormidas hasta la primavera en que serán sembradas y estallarán en una belleza incomparable según he podido ver en fotografías.

Carretera tortuosa y ascendente, siempre, hasta llegar a un lugar que parece contrastar vivamente con el paisaje, donde edificios, casas, hoteles parecen salir de en medio de la nada. Despertamos a nuestro “durmiente” guía quien arrastrando maletas nos lleva a nuestro hotel, el sunny mountain, en lo que parece ser una céntrica y bulliciosa calle llena de comercios. Angel y yo comentamos que su actitud parecía poco profesional.

Entramos en la habitación y nos inunda un impresionante paisaje: al fondo y a través de las ventanas se recortan las verdes y espectaculares siluetas de  una enorme montaña. Luz, mucha luz, un cielo azul con alguna nube. Atraidos por esta imagen nos acercamos al balcón para poder disfrutar más de algo que parece sacado de una fotografía de National Geografic. Luego nos fijamos en la habitación, sencilla, acogedora y muy agradable.

Nos instalamos, nos cambiamos de ropa y nos fuimos a buscar un sitio para comer. Como en Saigón, tenía anotado algunos recomendados en triadvisor, pero no fuimos capaces de encontrarlos, así que después de pasear por calles con obras de nuevas construcciones prácticamente en todas, decidimos entrar en un restaurante, a estas horas “españolas” –las 14,30- vacío. Y una vez más nos colamos con las cantidades y, por ejemplo, cuando pedimos “2 rollos de primavera” en realidad eran 6 u 8 en total, y así con otros platos. Aunque comer no es muy caro, podríamos haberlo hecho por menos dinero.

Mientras comíamos perplejos observábamos el ir y venir de mujeres vestidas con trajes típicos, como si de un documental de antropología se tratara.  Y después decidimos acercarnos a la aldea Cat Cat. Cuando se lo comenté a Ly al llegar, nos dijo que tardaríamos unas 4 horas en hacer el recorrido. Decidimos empezar a descender pensando que en cuanto nos cansáramos o viéramos que se iba la luz, regresaríamos o podíamos hacerlo en cualquier momento. Pero llegamos a la aldea, admirando siempre la mole que teníamos frente a nosotros y sorprendiéndonos por algo que se haría habitual como eran los búfalos de agua o los cerdos vietnamitas.


Para seguir hacia la aldea  en sí y llegar al río cobraban una pequeña entrada que pagamos  dudando en si realmente nos daría tiempo a llegar. Descendemos entre casas de bambú convertidas la mayoría en tiendecitas de artesanía y recuerdos. El camino está asfaltado con piedra y es cómodo. Niños y jóvenes vietnamitas por todas partes, vestidos con trajes típicos en su mayoría y también turistas.

En poco tiempo llegamos al río y a una cascada que caía cargada de barro pintándola de color chocolate.

Mucha gente, molinos de agua, cabañas, puestecillos…en el interior de una casa se desarrollaba un espectáculo gratuito de danza al que dedicamos unos minutos para luego continuar nuestro recorrido circular. No podríamos retrasarnos mucho porque ya la tarde caía y deberíamos ascender.












Nos ofrecieron motos para subir que Angel rechazó, aunque yo no lo hubiera hecho. En una moto podríamos haber subido los dos, pero Angel después de ver como conducían en Saigon dijo que ni borracho. Yo, sinceramente, estaba muy cansada. Los días anteriores empezaban a pasar recibo y hubiera preferido subir motorizada o en taxi, que había también. Pero, terminamos como comenzamos: andando, y yo, casi muerta.

Y una vez en el hotel nos duchamos y decidimos salir a cenar para luego visitar el mercadillo que según Ly se ponía en la calle cercana al hotel donde las mujeres de las etnias del lugar vendían sus productos artesanales.


Nos decidimos por un restaurante local donde vimos que a la entrada tenían una mesa con productos frescos que elegías  y con los que preparaban brochetas que hacían a la brasa. Así, hicimos nuestra elección y pasamos al interior, una gran sala que parecía más una especie de nave con bancos y mesas que se compartían con la gente. 

Allí elegimos bebida y al rato nos sirvieron lo que habíamos elegido. Los clientes eran todos vietnamitas y luego pudimos comprobar que la carta iba más allá de la barbacoa ya que dentro se podían elegir más cosas.

Por supuesto, como únicos cubiertos, los palillos. Yo conseguí hacerme con ellos, no sin antes provocar la hilaridad de la pareja que teníamos en frente cuando al coger algo se me cayó y  Angel que se negó y utilizó los palillos como tenedores para pinchar la comida. Eso sí, nos resultó muy barato.


 Después de cenar nos dirigimos al mercadillo nocturno y encontramos la calle abarrotada de mujeres ataviadas con sus vestidos típicos y que extendían sus productos artesanales sobre mantas colocadas a los lados y en el centro de la calle. Había muchos, sobre todo de costura y me llamaron especialmente la atención unos cojines tejidos a punto de cruz por los que pedían unos 3 euros al cambio.


Y las vendedoras…es difícil encontrar un calificativo para estas mujeres. Una vez que establecías contacto visual con ellas,….casi que estabas perdido y no digamos si ya respondías a sus preguntas como  de donde éramos o si teníamos hijos. En cuanto se establecía una rudimentaria comunicación, sí o sí terminabas comprando algo, y si la vecina de la manta colindante veía que comprabas, quería que la compraras también a ella. En fin. 

Que salimos con cojines…y alguna cosa más. Y yo, incapaz de regatear ¿Cómo voy a hacerlo cuando me piden 3 euros por un cojín tejido a mano a punto de cruz? Me parecía injusto.

Cansados, nos retiramos para afrontar el día siguiente en el que habíamos quedado tarde, a las 10. Cuando me medio quejé a Ly diciéndole que a esa hora yo me había recorrido la ciudad dos veces, me dijo que antes había niebla, así que, a esperar.



17 de noviembre. Los arrozales

Amaneció un día estupendo, con un luminoso sol  llenando de luz todo el valle  por encima de las majestuosas montañas que se recortaban frente a nuestra ventana. Alguna que otra nube aislada se desplazaba lentamente por un cielo azul intenso.

Subimos a desayunar. Desde la terraza del restaurante las vistas eran, si cabe, mas bonitas.  Después bajamos a recepción un poco antes de la hora acordada con Ly. Y, cuando me dan tiempo para pensar y organizar, lo aprovecho así que sin que se me fuera de la cabeza la excursión al mercado de Ben Hac, salimos a la calle en busca de  taxi u oficina de turismo o cualquier otra concentración de taxis o vehículos que se pudieran alquilar. Pero no la encontramos así que de regreso me dirigí a recepción y pedí presupuesto. Amablemente nos lo dieron escrito a mano en un papel y en dólares: al cambio unos 100 euros con comida incluida. De este último detalle no me di cuenta ….y lo pagaría después.  Me gustó, así que le dije que primero tenía que hablar con nuestro guía y luego la responderíamos.

Pero de eso se encargaron ellos ya que cuando Ly llegó y antes de que yo pudiera decirle algo, fue llamado por la recepcionista. Así que luego estuvimos hablando. Nuestra postura era casi firme: nos íbamos con él, si quería y le invitábamos, o sin él y así tendría el día libre y le pedimos que la excursión prevista para mañana nos la hiciera en la tarde de hoy ya que a mi juicio, sobraba tiempo, como él ya nos había hecho saber y es que las tres tardes libres en esta muy pequeña ciudad, eran demasiado.

Así que acordamos que él miraría si podía conseguirnos esa misma excursión un poco más barata y si, además, podía venir porque nos contó que a lo mejor la agencia le mandaba algo (lo que no nos creímos ya que en teoría  mañana por la mañana tendría que estar con nosotros y por la tarde al menos pendiente de recogernos para desplazarnos a Lao Cai al tren nocturno de regreso a Hanoi). Añadío también cuando le dije que hiciéramos las excursión prevista para mañana en la tarde hoy, que tendríamos que haber empezado el día más temprano a lo que le contesté que ya se lo dije yo el día anterior. En fin, luego, analizando los pormenores de la excursión pensamos que estaba intentando sacar partido a esto maniobrando a su manera, pero de esto, hablo luego.

Así vino nuestro transporte y nos llevó carretera abajo hasta un punto determinado donde nos bajamos para ir caminando hacia fondo del valle por una senda. Allí nos esperaban bajo sus grandes paraguas un grupo de tres mujeres ataviadas con trajes de la zona y algunas con sus hijos pequeños a la espalda.

Iniciamos el descenso y ellas, con nosotros y nos acompañaron hasta el final, hasta el pueblo al fondo del valle. Así descendíamos entre bonitos arrozales, ahora cubiertos de agua y salpicados de vez en cuando con algún que otro búfalo de agua. Ly avanzaba rápido, como así le pedimos para que nos diera tiempo a todo. Le dijimos que fuera a su ritmo y que si nosotros no podíamos seguirle, se lo diríamos, pero, para su sorpresa, no fue así y en un momento determinado nos dijo que andábamos como jóvenes de 20 años. Añadió que ese mismo camino podía tardar 3 o 4 horas en hacerlo con un grupo

Así en muy poco tiempo estábamos ya en la aldea que fuimos atravesando dejando a nuestro paso casas convertidas ahora en puestos de artesanía local. Según nos dijo Ly, la gente que vivía antes aquí había ido vendiendo sus casas para internarse aún más en la selva dejando atrás todo el bullicio que traían los turistas y quienes habían comprado sus viviendas las habían convertido en tiendas, restaurantes o bares.

Atravesamos el poblado con sus cerdos disfrutando en charcas de dudosa higiene, de  los búfalos de agua, con su patas cubiertas  de lodo hasta las rodillas, gallinas, gallos, perros y todo tipo de bichos domesticos. Tambien disfrutamos de la flora de la zona. Aquí nos dijo Ly que se comían a los perros, bueno, en realidad afirmó varias veces que los vietnamitas se comen todo bicho que se mueva, como luego pudimos comprobar.

Llegados al final nos dirigió a un restaurante local con una terraza de madera al aire libre y a eso de las 12 pidió la comida para todos. Nos pareció pronto, pero no dijimos nada. Mientras la degustamos disfrutamos de un sencillo espectáculo de danza. Después de comer, descansamos un poco, yo sobre unas piedras en el suelo. ¡cualquiera se aventura sobre cualquier otra superficie! ¡a saber que había!

Ly seguía sin decirnos nada de la excursión del día siguiente. Regresamos a un punto a que nos recogiera otro taxi que nos llevó de regreso a Sapa. Allí vimos como Ly hacía llamadas y esperamos hasta que apareció un Land rover que nos llevaría a otro valle. En el transcurso del viaje nos dijo que había conseguido un vehículo para que nos llevara mañana al mercado de Bac Ha por el mismo precio y que él vendría con nosotros. Eso lo haríamos por la mañana no tendiendo que regresar de Lao Cai a Sapa. Por la tarde podríamos hacer una excursión por un río, pero nos pidió 25 euros a cada uno, lo que nos pareció caro, así que lo dejamos solo en el mercado. Lo que sí hizo fue cambiarnos la cena de hoy, que no estaba incluida en el viaje, por la comida de mañana que sí estaba incluida y no podríamos hacer. Consiguió nuestra cena en el restaurante del propio hotel. Luego nos daríamos cuenta  lo que ya dije antes, que en la oferta del hotel estaba incluida la comida. Pero bueno, también es verdad que fue un cambio

Así en nuestro espectacular vehiculo circulamos por carreteras, bueno, caminos de cabras por llamarle algo, llenas de barro y baches. Lo cogimos impecablemente limpio, y nos bajamos con el casi cubierto de barro. El todo terreno nos dejó en una senda asfaltada con cemento que discurría por el valle, plana y por donde fuimos contemplando  los cultivos de orquídeas de los que vivían en esta parte, sus casas, sus gentes… 

Ellos mismos hacían sus macetas. Y mucha, mucha tranquilidad y ningún turista, algo bien distinto a la mañana. Hicimos el camino los tres solos, disfrutando de los campos de arroz, las orquídeas u otros cultivos de flores, observando las humildes casas de madera y sus habitantes, los niños sucios y sin zapatos, corriendo felices. 

En un momento determinado en una parada alguien toco con su dedo mi espalda. Cuando me volví encontré a un risueño señor empeñado en mirar por mi cámara muy curioso y por mi teléfono movil. Le dejé hacer. Ly no se sintió muy cómodo y dijo que estaba borracho.

Le dejamos atrás para continuar. Se acercaron un grupo de niñas algo desaliñadas con los pelos revueltos que me rodearon y ofrecieron creo que pulseras para comprar. Creo que lo vivían como un juego, aunque tambien forma parte de su educación: vender al turista.

Casi sin darnos cuenta llegamos al final, a lo que debía ser el pueblo o aldea ya que había casuchas agrupadas y allí esperamos a que nos recogieran y de regreso al hotel, donde cenamos lo que Ly nos eligió y acordamos la hora temprana  para salir al día siguiente hacia el mercado de  Bac Ha con las maletas hechas.


18 de noviembre. El mercado de Bac Ha.
Lao Cai y tren nocturno a Hanoi

Una vez más, a hacer maletas. Se estaba convirtiendo en algo ya rutinario y mantener el orden y la organización así día tras día, era difícil.



A la hora acordada bajamos a recepción y puntualmente Ly nos recogio en un monovolumen para nosotros solos. Iniciamos nuestro largo camino que duraría unas 3 horas por sinuosas carreteras que si al principio, hasta Lao Cai discurrían entre terrazas de arroz, lo hacen luego entre montañas de altura no muy pronunciada pero cubiertas de verdor, arboladas. Selva. Mientras bajábamos fugazmente vi a dos o tres jóvenes que sujetaban por la cola dos serpientes de cerca de un metro y medio. Y Ly me dijo que eran para comer, como “todo lo que se mueve” y que estaban vivas, que les gusta así y que una vez cogidas, estaban ya controladas. Este país no dejaba de sorprendernos.

Y llegamos a la ciudad. Era un hervidero de gente, animación y color. El color, como siempre, lo ponían  las mujeres ataviadas con vestidos muy elaborados algunos y aquí la variedad era mucho mayor que en Sapa, lo que indicaba también procedencias distintas. Y yo, como no, fascinada. Los productos que vendías, extendidos sobre mantas en el suelo, también añadían su nota de color a este peculiar mercado.



Tras Ly nos internamos en esta maraña de gentes y productos siendo engullidos por él en segundos. Nos comentó que este mercado se celebraba todos los domingos y aquí acudían de unas siete u ocho etnias distintas a vender sus productos. Es también un sitio de reunión donde se encuentran compartiendo todo el día. Así había una zona con bancos y mesas donde familias completas comían y charlaban. Llegaban a él en moto, o andando desde distintos puntos. De hecho cuando veníamos vimos algunas motos en cuyos laterales colgaban jaulas con todo tipo de animales, desde gallinas hasta cerdos,cuadruplicando, si no más, el ancho de la moto. Antes era muy peligroso ya que tenían que caminar por la selva y durante  la noche para llegar con las primeras luces del día.

Las mujeres extendían sus mantas en el suelo sobre las que mostraban todo tipo de productos. En unos, comestibles vegetales y aquí era donde había un mayor colorido y variedad, en otra zona, carnes y pescados, en otra tejidos. Ly nos llevó a la zona del ganado donde vimos vender los Búfalos de agua. Según él con la venta de uno se podían comprar una moto. Tambien vimos vender gallos, gallinas, cerdos y …perros, todos cachorros, muy pequeños para ser comidos aún. Nos dijo que incialmente eran mascotas y si pasaban de una determinada edad ya no se los comían.

También nos condujo a una zona donde se compraban y vendían gallos de pelea y, curiosa, aunque temerosa por lo que me pudiera encontrar, me asomé a un corrillo. Allí mostraban sus animales y charlaban. Solo hombres.

Tras este breve recorrido Ly nos invitó a hacerlo nosotros y a dedicar el tiempo que quisiéramos. Atraída por la idea pero con miedo a perderme por su gran tamaño y lo  laberíntico que me parecía, -como todos los mercadillos-  al que sumábamos la cantidad de gente, iniciamos nuestro solitario recorrido con esa cierta sensación de “desamparo” cuando nos vemos rodeados de una multitud de gente asiática en un lugar completamente desconocido para nosotros y sin la protección de nuestro guía.   

Así, intenté “fotografíar” en mi memoria los lugares que me rodeaban pero aún así desconfiaba de mí misma por lo que le dije que me escribiera en un papel el punto de reunión donde habíamos acordado encontrarnos por si nos perdíamos. No fue necesario. Y  pronto se me olvidó  esa extraña sensación y me encontré absolutamente desbordada por lo que veía a mi alrededor y una y otra vez intenté fotografiar en mi memoria los sitios pero aún así, desconfiada, le dije que me escribiera el punto en el que habíamos acordado encontrarnos, por si me perdía.  No fue necesario.
Y así, volvimos otra vez sobre nuestros pasos y nos sumergimos en esta extraña maraña compuesta de gentes de distintas procedencias y edades, de productos, desconocidos muchos para nosotros, de olores, y colores,  animales algunos extraños,  tratando de absorber esta especie de caos ordenado, pero lo que más me fascinaba era la gente, las mujeres en concreto, sus caras, sus trajes, con sus hijos a la espalda, vestidas con los trajes de la zona y algunas hablando por el movil,  otras aún con el casco de la moto, -curioso contraste éstos- el colorido de todo el conjunto, el bullicio…parecía un lugar casi onírico. Anduvimos perdidos de un sitio a otro, mirando aquí y allá. 


Observamos partes diferenciadas, una para frutas y verduras, otra de telas y artesanía, otra para grandes animales, otra distinta para pequeños animales, ropas, …una curiosa “peluquería” compuesta por una mesa, silla y espejo. (Lo dedujimos por el pelo en el suelo). Había tambien turistas occidentales, pero no muchos y ningún grupo aunque en nuestro viaje sí habíamos visto algún que otro monovolumen que debían dirigirse a este peculiar lugar.




Hicimos algunas compras, pese a Angel, ya que no tiene paciencia alguna para estos menesteres y dimos por terminada nuestra pequeña aventura.

Ly nos esperaba, llamó a nuestro transporte y nos dirigimos al restaurante a comer. Sencillo, de carretera, por el que nos cobraron nada mas y nada menos que 9 euros a cada uno. Caro aunque estamos casi seguros de que Ly se llevó una comisión, como suponemos también que lo hizo de nuestro transporte. Está bien, hizo un trabajo adicional buscando un transporte y cambiando y encajando el día de ayer y haciendo de guia hoy en vez de haber tenido dos tardes libres. Pero también nos dio la impresión de que sacó más quizás, de lo que debía.

Detrás del restaurante estaban los baños y descubrimos el “lavavajillas”. Una señora en cuclillas, en el suelo y con barreños, lavaba platos y vasos. Esto también sería habitual en otros restaurantes.


Después de comer Ly nos paró en un campo de te para enseñárnoslo. Así vimos la planta, un arbusto y parece ser que las hojas, brotes, habían sido recogidos ya. Un par de niñas cruzaron la carretera con nosotros intentando vendernos bolsas de te. Angel se enfadó mucho, no solo por lo persistentes que podían ser sino también por no poder explicarse como la madre dejaba que las niñas cruzaran la carretera solas y se fueran, también solas, con turistas desconocidos Y es que es difícil no mirar todo esto con nuestros ojos de occidentales. Solo cuando nos paramos a pensar un poco y reflexionamos, podemos, al menos, no juzgar.

Ly nos había propuesto en un principio y para llenar la tarde, hacer un trayecto pequeño en un barco pero nos pidió 25 euros a cada uno. Caro. Ya nos habíamos pasado con esto, lo sabíamos, pero no consideramos interesante ni imprescindible dar este paseo así que rumbo a Lao Cai.

Y llegamos a Lao Cai. Ly nos llevó a la frontera con China. Allí a la orilla del río que hace de frontera natural, estuvimos viendo la parte China y como los vietnamitas pasaban desde China con bicicletas cargadas hasta arriba de cajas que luego venderían. Eran auténticas torres.
Visitamos un templo y de allí nos llevó a la estación. Era muy pronto, alrededor de las 17 horas y el tren partía a las 21 o 21,30, así que nos acompañó a un cercano mercado por el que estuvimos paseando y poniendo nombre a algunos productos por los que le preguntamos. Parte de frutas y verduras, otra de carne y otra de pescado que curiosamente estaba vivo: las anguilas en un barreño vivas, igual que las gambas. Tambien, como en todos, otra parte donde cocinaban y se podía comer. Probamos el pan de arroz. A mi me gustó, no así a Angel.



Ly marcho de regreso a una cafetería cercana a la estación donde habíamos acordado encontrarnos y nosotros nos dirigimos hacia el río y encontramos su cauce, de arena, cultivado en distintas huertas y lo más curioso y casi sobrecogedor, era de donde cogían el agua para regar, porque a nuestro juicio, parecían aguas más que sucias por no calificarlas de residuales. Pero ahí parecía crecer de todo. Un poco después también pudimos observar la “artesana” recogida de basuras.

Anocheciendo decidimos regresar a la cafetería y esperar allí la hora de partida. Teníamos mucho tiempo por delante y nos distrajimos conectándonos a internet, yendo y viniendo de la estación, buscando un sitio donde poder comer algo ligero –que no encontramos-,  etc., pero aún así la espera si hizo algo pesada. Tiempo muerto,  perdido. Algo que, por desgracia, se repetiría durante el viaje.


Y llegó la hora. Nos acercamos a la estación y Ly nos guio a nuestro vagón y a nuestras literas que compartiríamos con dos jóvenes de Saigón. Allí nos dejó en un espacio más que justito para las cuatro literas y muy espartano. Curioso el “relieve” metálico que servía para apoyar el pie y subir a la litera superior. Como no había nada similar dedujimos que serviría para eso. Baño en el pasillo para todos. 

Cuando volví me encontré a una de las chicas con una mascarilla puesta. Casi me entra la risa. Digo yo que por un día que no se la hubiera puesto no creo que hubiera pasado nada. Yo digo que tengo poco pudor, cada vez menos, pero hay gente que no tiene ninguno. 

En fin, que nos comunicamos algo buscando el aire acondicionado, la luz, cómo cumplimentar una encuesta, etc. Y al poco de ponerse en marcha  el tren sobre las 21,30, yo me “armé” con mis tapones para los oídos (había leído que el “chucu-chucu, traca-traca” era constante) mi pastillita para poder dormir y me quedé tiesa hasta que comenzamos a entrar en Hanoi, alrededor de las 5,30 de la mañana.

Una vez allí Ly nos recogió y un coche nos llevó a un restaurante chino donde podíamos desayunar. No debían ser más de las 6 y ya había muchas tiendas abiertas. Pero  ¿cuándo duerme esta gente?. Pero el restaurante estaba cerrado y Ly tuvo que llamar y esperar a que abrieran pero una vez que lo hicieron el desayuno fue bastante contundente. Yo pedí más leche ya que a estas alturas no he contado que para visitar Sapa el centro de vacunación internacional nos recomendó la profilaxis contra la malaria –entre otras cosas como vacuna contra el tifus, hepatitis A y tétanos-  y habíamos leído y oído todo tipo de comentarios sobre los posibles efectos secundarios de este medicamento. Yo tenía mucho miedo, hasta tal punto que dije que si sus efectos me incapacitaban para disfrutar, dejaba de tomarla. Pero un compañero nos recomendó tomar junto con la pastilla del malarone leche o productos lácteos, cuanto más mejor, y yo solía tomar 2 cafes con leche (el café era aguachirli por lo que me echaba mucho café y poca leche)  y un yogur y con eso, ninguno de los dos tuvimos problema alguno. Así con un buen desayuno y dos tazas de leche más sólidos que escogiéramos solíamos comenzar el día.

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