21 de noviembre. A Hue
Temprano teníamos programado un poco de Taichi en cubierta y decidimos
no perdernoslo. Amanece un día gris, como el de ayer. Parece que no vamos a
tener suerte con el tiempo.
En cubierta no llegamos a media docena de personas y disfrutando de la
tranquilidad del lugar y del momento seguimos lo que nuestra joven instructora nos iba diciendo e imitando
sus movimientos. Nos sentó bien.
Y ahora solo quedaba desayunar e
ir preparando, una vez mas, nuestro equipaje para dejar el barco a eso
de las 10,30.
Desembarcados los seis ya, tuvimos que esperar casi dos horas a que la
otra pareja desembarcara también. Parece que los horarios en este caso no
estaban muy bien coordinados y eso mismo le comenté a Ly quien me dijo que era
difícil. Luego me molesté aún más cuando nos contaron las actividades que esta
pareja había tenido en su barco, menos “lujoso” que el nuestro. Eran las mismas
pero con una salvedad: ellos sí habían desembarcado en una playita y no solo
habían podido disfrutar de un baño en la bahía sino que habían ascendido a la
parte alta de la isla desde donde se tenían unas vistas espectaculares de ésta,
parece ser que la clásica fotografía área que parece en muchos sitios. Menos lujos
y más actividades.
Y de eso cojeaba mucho el programa del viaje. A mi juicio, sobraba
tiempo para las actividades programadas. No estaba bien gestionado, y el tiempo
es oro, y más cuando se está de viaje, y de mayor valor cuando se está tan
lejos de casa. Esto, por supuesto, lo comenté en la encuesta que nos pasó la
agencia de la cual, no he vuelto a tener noticias. Como siempre. A veces dudo
de que las miren y me enoja aún más porque nos hacen perder un tiempo valioso.
Ahora ya rumbo de nuevo a Hanoi para tomar el avión que nos llevaría
a Hue. En nuestro camino paramos primero
en una fábrica de perlas donde nos enseñaron todo el proceso lo que nos resultó
muy interesante, ya que pudimos observar en primera fila como se hacía. Colocan
la ostra en un soporte donde la abren y la mantienen abierta con una cuña. Una
joven con gran precisión realiza un corte en el aparato reproductor (la gónada)
e introduce un trozo pequeño de nácar que hará de núcleo para la perla, y un
trozo de tejido del manto, de otra ostra donante,.
El proceso no debe duran más
de 50 segundos para que la ostra no muera. Luego se quedan en observación y son
llevadas a su cesta donde empiezan a desarrollar el resultado, la perla, aunque
este proceso puede durar desde medio año, a 4 años o más, dependiendo de la
variedad de la ostra. Durante el proceso, se va vigilando la ostra y su
producción. Cuando la perla ya está, se procede a la cosecha la parte más
gratificante. Solo la mitad de las otras “operadas” llegan a término y de
estas, solo un 20% produce perlas que se pueden comercializar. Algunas ostras
sobreviven a la extracción y llegan a ser reutilizadas para una nueva
operación. Otras mueren.
Después de explicarnos el proceso y observar también su extracción y
clasificación nos llevaron, como no, a la tienda con precios para nosotros
prohibitivos, además de seducirme muy poco o casi nada aunque sí confieso mi
atracción por el interior nacarado de las ostras, alguno precioso y que también
utilizan para hacer joyas. Estas conchas nacaradas también eran vendidas aunque
había una cajas en el exterior con conchas más pequeñas de las que nos dejaron
coger unas pocas.
Ahora regresamos a la ciudad. En la guia de viaje venía prevista, si el
tiempo lo permitía, una parada en la pagoda Va Bang, pero cuando ahora veo
fotografías de ella, no coincide para nada con la que visitamos nosotros
situada en medio de una selva y rodeada de un paisaje verde y hermoso y no he
conseguido saber donde estuvimos.
Las pagoda a la que nos llevó Ly se levantaba en medio de la selva, en
la ladera de una montaña llena de vegetación
y quizás lo más hermoso era eso, su extraordinaria situación y las
vistas que tuvimos desde la parte superior de ella, pero poco más puedo decir
ya que aunque Ly nos contó algo breve sobre ella, sobre todo…breve, no he
conseguido memorizar nada más excepto
que en su día fue una especie de
escuela o templo escuela y aún así, dudo de la fidelidad de mi memoria.
Y ya en el aeropuerto, retraso del vuelo, parece que por lluvia. Hubo
un momento en que nos temimos que pudieran cancelarlo, pero tuvimos suerte y
aunque con un par de horas o mas de demora, nuestro vuelo partió hacia Hue a
donde llegamos en medio de una cortina de agua y donde nos recogió otro guia
que…hablaba ¡cubañol!. Dificil entenderle y si Ly era perezoso, este era,
además vago.
Ya de noche, y bajo una cortina de agua nos trasladamos al hotel.
Esparcimos estratégicamente nuestras maletas por la habitación, pedimos un
paraguas en recepción y salimos a ver si encontrábamos algún restaurante que
nos gustara abierto, lo que no ocurrió, así que echamos mano de nuestras
reservas para estos casos que sumadas a lo que ya habíamos consumido en el
aeropuerto durante la espera, fueron suficientes para calmar nuestro hambre.
22 de noviembre. Hue. A Hoian
Puntualmente nuestro guia nos recogió y siempre sin parar de llover,
para acercarnos a visitar la ciudad prohibida. Tuvimos que “armarnos” para el
agua: paraguas, capa de agua -lo que
demostró ser lo más cómo y efectivo- y yo mis sandalias con las que no me importaba
ir pisando charcos. 45 años esperando para poder hacer lo que tanto me gustaba
de pequeña, pero entonces lo hacía con botas de plástico y mis vecinas, se
chivaban a mi madre que nos regañaba.
No recuerdo si fue esta mañana o la noche anterior cuando le pregunté a
nuestro guía sobre la posibilidad de
visitar My Son, no previsto en el itinerario pero a tan solo 20 o 25 km de
Hoian. Anteriormente había hablado con el resto del grupo y habíamos acordado
hacerlo si el tiempo lo permitía, pero debería ser al día siguiente mientras que nos trasladábamos de Hue a Hoian o a muy primera hora del día siguiente
ya que nosotros a las 17 horas deberíamos partir de nuevo al aeropuerto de Da
Nang para tomar nuestro vuelo internacional hacia Camboya, a Siem Reap.
Pero nuestro guia nos dijo que no había tiempo. Luego comprobamos que
sí, que si hubiera querido lo habríamos hecho ya que el día de llegada no
hicimos nada, únicamamente nos dejó en el hotel con toda la tarde libre que
podríamos haber dedicado a hacer alguna de las visitas programadas para la
mañana siguiente que eran tres, una de ellas, prescindible como era la visita a
una fábrica de seda.
Las otras dos (a una pagoda y una casa vietnamita) se
podrían haber hecho en una hora y media como mucho y en menos si una de las dos
visitas, e incluso las dos, la
hubiéramos hecho esa misma tarde. Sino, al día siguiente dejando el hotel a las 7 de la mañana e incluso antes
podríamos haber visita My Son y estar de regreso a las 12 como mucho y después
haber visitado lo que nos quedara. Pero, dimos con un vago. El resto del grupo
sí lo visitó aquella tarde mientras que nuestro guia nos llevó al aeropuerto de
Da nang.
Pero a lo que vamos, nos dirigimos bajo esta persistente cortina de
agua a la ciudadela, ciudad prohibida de
hue o ciudad pùrpura, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en
el año 1993.
El único hombre que estaba autorizado a cruzar los límites de la Ciudad
Prohibida era el Emperador, cualquier otro hombre que osara, tan siquiera
traspasar los umbrales de las puertas, era castigado con la muerte.
La Reina Madre, la Emperatriz, las concubinas y los eunucos eran la
única compañía del Emperador dentro de los confines de la Ciudad Púrpura
Prohibida.
La Ciudadela de Hue es una gran fortaleza construida en el siglo XVII
por mandato del Emperador, en Hue,
centro de Vietnam.
El perímetro que comprendía la Ciudadela de Hue originariamente eran 10
kilómetros cuadrados, cercados por murallas en las que 10 puertas permitían el
acceso al interior de este restringido lugar.
Fuimos desgranando los distintos edificios que componían esta
espectacular ciudad, siempre acompañados por la lluvia que caía con ganas y que
hizo bastante incomoda nuestra visita.
Templos, residencias, palacio, biblioteca …aunque luego comprobé que no
habíamos visitado todos.
Abandonamos este lugar por la Puerta Chuong Duc, que daba acceso a la
residencia de las reinas madres.
De aquí al autobús para llevarnos ahora a La Pagoda Thien Mu también conocida
como la Dama Celestial a orillas del río perfume y tristemente famosa por ser
el lugar donde vivía el monje que se quemó a lo bonzo para protestar contra el
gobierno. En la fotografía, ganadora del permio pulitzer, puede verse su coche,
un Austin Westminster, que se expone en la pagoda Linh Mu.
La pagoda de Thien Mu, construida en el siglo XVII está emplazada en lo
alto de una colina situada en la ladera izquierda del río.
Es una pagoda única y muy bella. Se alza 21 metros de altura y tiene siete
plantas , cada una dedicada a un Buda diferente convirtiéndose en el símbolo
extraoficial de la ciudad de Hué.
Tuvimos que esperar, pero al final conseguimos una fotografía,….¡sin
chinos! de esta singular y bella torre. Angel…prendado por los bonsáis, que si
cabe, eran aún mas espectaculares que los de la ciudad prohibida.
De aquí y sin parar de llover, nos acercamos a los tradicionales barcos
dragón para dar un paseo por el río perfume.
De aquí nos llevaron a un restaurante chino a comer y partimos después
para Hoian a donde llegamos a primera hora de la tarde.
Tomamos posesión de nuestra habitación en el hotel Romance, que junto
con el hotel de Saigon sería también uno de los mejores y más bonitos en los
que estuvimos.
Dejamos el equipaje otra vez destripado en la habitación, nos pusimos
los bañadores y nos fuimos a dar un baño en la deliciosa piscina que había y en
la que coincidimos con una pareja, ella española, de Barcelona y él francés que
viajaban con un grupo también francés. Aunque había parado de llover, comenzó
de nuevo, pero suavemente. De regreso a la habitación nos preparamos para acercarnos
a la ciudad (unos 700m) andando pero en la recepción nos encontramos con las
otras dos parejas de Halong (amigos que siempre viajaban juntos) y dado el
lluvioso tiempo, decidimos coger un taxi los seis y así también, les hice de
traductora improvisada.
El taxi nos dejó muy cerca del extremo del centro histórico, del puente japonés del que
partía una calle tranquila iluminada de farolillos de lado a lado y llena de
comercios que se alineaban a lo largo de ella.
Nos separamos y fuimos recorriendo los distintos puestos y…picando, como
no, sobre todo con farolillos.

Pero si pudimos contemplar la bonita estampa de una pareja de jóvenes
–posiblemente recién casados- que se hacía fotografías con estos
farolillos y depositándolos sobre el río
y el reflejo de las luces de los farolillos de la calle sobre sus aguas,
belleza que por falta de luz no pudimos recoger bien con nuestra cámara
fotográfica.
Ahora teníamos que cenar así que regresamos de nuevo a la calle
comercial que era la principal buscando dos restaurantes que nuestro guía nos
había recomendado. Solo fuimos capaces de encontrar uno. Disfrutamos de una
deliciosa cena a la que ya habíamos cogido el punto de las cantidades. Afuera
llovía con ganas, hasta tal punto que las mesas dispuestas en lo que parecía
una especie de patio interior cubierto con lonas tuvieron que separarse de la
pared por el agua que chorreaba por ella.
23 de noviembre. Hoy An. A
Camboya
A la mañana siguiente nuestro guía nos recogió con …otra vez las
maletas hechas. Pero ese día uno de nuestros compañeros estaba resfriado así
que se quedó en la cama. Comenzamos por una visita al salón de la asamblea de la comunidad china o Salón
de Asamblea Hai Nam . uno de los más grandes construidos por la comunidad china.
Data del siglo XVII y originariamente fue una pagoda vietnamita con techo de paja comprada y
reformada por los comerciantes huidos de la provincia de Fujian tras caer la dinastía Ming.. El templo
de este complejo está dedicado a la diosa del mar y protectora de los
pescadores y marineros- Fue el lugar de reunión de los marineros y comerciantes
chinos. Vemos de nuevo las características ofrendas espirales de incienso con
forma de cono al igual que en Saigón y que dependiendo de su tamaño pueden
llegar a tardar en consumirse un mes entero.
En la parte delantera tiene un
bonito jardín con bonsáis así como una espectacular estatua en mosaico
de un dragón que se alza desde un estanque. Hay otro en el trasero
Nos sentamos alrededor de una enorme mesa mientras que nuestro guía nos
explicaba algo de este peculiar lugar. El salón tiene piezas de la iconografía
china, esculturas en oro y rojo y temibles dragones.
Nos invita después a que paseemos libremente, pero nos ofrece veinte
minutos. ¡¿y qué hacemos en tanto tiempo, cuando se recorre en menos de la
mitad?! Pues perderlo, tiempo que había sido precioso para …sigo con lo mío,
acercarnos a las ruinas de My son.
Nos dirigimos ahora por la calle principal paralela al río disfrutando
a la luz del día de las antiguas casas alineadas y que ahora se han
transformado en tiendas hasta la casa Tan Ky, una vivienda típica de más
de 200 años.
Es una construcción donde todavía vive gente. De hecho, es la sexta
generación de una familia vietnamita. Si
no es la más antigua de la ciudad, sí es la mejor conservada pese a las
inundaciones anuales de las que aparecen marcas en la pared. Tambien nuestro
guia llama la atencion sobre una foto de la última y reciente inundación
ocurrida unos días antes de llegar nosotros. Alguien lleva en una palangana un
cachorro de perro. Nuestro guía hace un chiste poniéndole título:”salvando la
cena”.
De aquí nos trasladamos al puente japonés, uno de los más bellos
de todo Vietnam. Este precioso monumento, creado por la comunidad de
comerciantes japoneses en el siglo XVI está en el corazón del casco antiguo.
Junto al resto de edificios del centro histórico de Hoi An, fue declarado
Patrimonio de la Humanidad.
Y es curioso como cualquier edificio cambia totalmente de verlo con las luces de la noche a las del día. Si por la noche era hermoso tengo que confesar que ahora me lo parece más, quizás porque puedo disfrutar más de él. Posiblemente habría que descubrirlo al contrario de cómo lo hicimos nosotros, es decir, verlo con las luces del día y después con las de la noche. Seguramente no me parecería más o menos hermoso, si no distinto.
El propósito inicial del puente cubierto japonés de Hoi An era unir el barrio de los comerciantes japoneses con el barrio chino para evitar los rodeos. Aunque ha sufrido varias remodelaciones para darle un aspecto más vietnamita, el puente sigue teniendo un inconfundible toque japonés.
Volvimos a disfrutar de un breve “recreo” y después nos dirigimos a una fábrica de seda. Allí, después de enseñarnos y explicarnos el proceso de su fabricación y de intentar vendernos algo, dimos por concluida nuestra visita guiada a la ciudad. Así que, una vez más, tiempo libre para …comprar.
A las 17 horas teníamos que estar en el aeropuerto de Da-nang para partir ya hacia Camboya por lo que nos interesaba deshacernos de los “dong”, moneda vietnamita así que con la meticulosidad que caracteriza a Angel, hizo los cálculos y las compras necesarias para que no sobrara casi nada.
Ahora nos quedaba solo comer y partir hacia el aeropuerto. Y al final de nuestro paseo por estas dos ciudades del centro de Vietnan y viendo como se ha aprovechado el tiempo, confirmo con mucha pena, que organizado mucho mejor nos podría haber dado tiempo a hacer una visita a My son, quizás no con mucha profundidad, pero la suficiente, habiendo visitado ayer por la tarde o el salón de la asamblea o la casa Tan Ky o ambas si igualmente hubiéramos suprimido el paseo por el río perfume en Hue y por tanto, ganando una hora más a añadir a Hoy An. Así nos podríamos haber desplazado a primera hora de la mañana (7 ó 7,30) a My Son (25 km) regresando a Hoy An a media mañana para realizar las otras dos o una visita que quedara junto con el puente. La fabrica de seda es completamente prescindible. Pero…es lo que tuvimos. El resto del grupo que se quedó en la ciudad, sí visitó esa tarde estas ruinas.
Después de comer, al aeropuerto. Y menos mal que el guía nos avisó: nada de baterías, pilas o similar en las maletas. Si lo detectan, la destripan, porque sí que llevábamos, así que maletas abiertas en medio del aeropuerto y búsqueda desesperada de estos objetos que suelen ser más bien pequeños.
Y dejándonos en la puerta de embarque, nos despedimos del que quizás fue el peor guía de nuestro viaje, por vago y perezoso, culpable de que me quedara sin visitar algo que ya no podré visitar nunca.
Y nuestro avión salió puntual rumbo a Camboya. La tripulación nos facilitó los impresos a cumplimentar para pedir el visado. Era la primera vez que lo hacíamos y estábamos muy desorientados. Pregunte a una azafata y yo creo que me dio la razón como a los locos. No convencida me dirigí a nuestros vecinos del asiento trasero y confirmaron mis sospechas por lo que tuve que levantarme y pedir a la perezosa o vaga azafata otro impreso para rellenarlo ya bien.
Tomamos tierra de noche ya y cuando llegamos al edificio, vemos un montón de gente que casi corría y después cumplimentaba otro formulario. Yo no sabía qué tenía que hacer, nadie nos lo había explicado. Alguien me dijo que era para la “visa”, es decir, el visado. Fui a coger los papeles y no quedaba ninguno así que me acerque a una persona que llevaba un manojo en la mano pero me respondió que se lo pidiera a los uniformados funcionaros que estaban en el mostrador. Y, la verdad, daban un poco de miedo, pero me acerqué y me lo facilitaron.
Ahora una vez rellenos los formularios había que entregarlo en un mostrador junto con los pasaportes. Una fila de una docena de funcionarios uniformados como militares se alineaba detrás de estos mostradores pasándose los pasaportes de mano en mano o tirándoselos y poniendo sellos.
Cuando vimos el trato que les daban nos acordamos que las tarjetas de embarque estaban metidas en nuestros pasaportes y, al menos en Vietnan, nos las pedías para comprobar nuestros equipajes con ellas, así que nos quedamos muy intranquilos.
Al final de esta fila nos agrupábamos los turistas, europeos en su mayoría, que esperamos a que nos mostraran los pasaportes abiertos por la fotografía para una vez que los identificábamos como propios, recogerlos. Esperamos pacientemente y nos quedamos prácticamente solos hasta que un funcionario nos dijo que nos acercáramos para preguntarnos de qué país éramos. Inmediatamente se puso a vocearlo hasta que aparecieron, pero, faltaba una tarjeta de embarque. Cuando se la pedí me dijo que no pasaba nada y ni se molestó en mirar o preguntar, así que preocupados por lo que pudiera pasar, nos dirigimos a buscar nuestras maletas (a ver si estaban todas, que era la primera parte) y a la salida.
Llegados aquí, y como mi memoria se adelgaza con el tiempo, acabo de recordar que en algún aeropuerto Angel al pasar el control de seguridad se dejó el equipaje de mano al otro lado, así que, primero el susto, después donde estará y luego entenderme con el personal vietnamita para preguntar por una maleta negra pequeña. Y allí estaba, esperando al otro lado.
Hecho el inciso, regreso. Llegaron nuestras maletas sin problema y
afuera un grupo de conductores y guías se apilaban con los respectivos carteles
esperando a sus turistas. Y calor. Aquí ya no llovía y nos sorprendió el calor
a estas horas de la noche.
Entre muchos, vimos un cartel en el que únicamente figuraba el segundo nombre de pila de Angel. Dedujimos que sería para nosotros. Nuestro conductor no hablaba ni palabra de inglés. Pero nos entendemos y nos dejó en el hotel de Siem Reap, en una calle muy concurrida a estas horas de la noche, llena de grupos de jóvenes, principalmente europeos. Luego supimos que estaba muy cerca de la “pub Street” y del centro donde se agrupaban los restaurantes.
En recepción al entregar nuestros pasaportes nos dijeron que llamaban a nuestros amigos. ¿Cómo?.
Bueno ya no nos asustábamos. Bajó un joven español al que le habían encargado recibirnos y darnos las instrucciones para el día siguiente.
Y si bien el hotel estaba muy céntrico no dejaba de preocuparme el ruido exterior. El hotel constaba de dos edificios: uno el principal donde estaba el restaurante, piscina, etc, y otro, al otro lado de la calle, más modesto y donde estábamos nosotros.
Nuestra habitación daba, como no, a la calle principal, pero
afortunadamente con el aire acondicionado no necesitamos abrir las ventanas por
lo que el ruido exterior, que no era tanto, no nos llegó.
Creo recordar que no fuimos a cenar fuera, comimos de nuestras reservas (como dijo el guia de Hue y Hoy an, el turista español es el más listo del mundo ya que siempre lleva algo de comida de donde tirar), destripamos nuestro equipaje por última vez, nos dimos una buena ducha y nos fuimos a la cama, que por cierto, eran todas enormes, de más de 160 de ancho, aunque la de Hue ganó por goleada. Según nuestro guia necesitábamos un GPS para encontrarnos por la noche y es que yo creo que fácilmente tendría 1,80 de ancho, si no más.
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