ANGKOR.

24 de noviembre. Angkor


A la mañana siguiente nos vestimos adecuadamente para comenzar nuestra visita a los templos de Angkor. El guia había advertido de que debíamos llevar ropa por debajo de la rodilla y cubiertos los hombros. El único vestido que me quedaba tenía un poco descubiertos estos, así que le di unas puntadas para taparlo.

Bajamos a desayunar y a la hora acordada nos recogió el guía, un antiguo monje budista al que su vida como monje le había marcado…y lo digo por sus laaaargas explicaciones. Un autobús con un poco más de 20 personas. Otra vez un grupo grande, a mi juicio, aunque no superaba al de Saigón.

Con él nos dirigimos a comprar el pase para los templos.  Los hay por 1 día, 37 dólares, ó 62 por tres ó 72 por 7 días. Para los camboyanos es gratuito, lo cual, no me parece mal ya que a mi juicio, 

Camboya es bastante más pobre que Vietnan. A todos nos hicieron una fotografía y luego  una  vez en el autocar nos reparteron uno a uno una tarjeta con nuestra foto metida en un plástico y con cordel para que nos lo colgáramos del cuello. Lo debíamos llevar siempre y conservar hasta que terminara nuestra visita.

Los templos parece que abren a las 6,30 de la mañana pero nosotros este primer día no comenzaríamos, entre unas cosas y otras, antes de las 9,30 o 10 y el segundo también sobre las 9. Si hubiéramos viajado solos, seguramente, si no a las 6,30, sí a las 7 habríamos estado ya allí. No sé si conseguiríamos haber evitado a las hordas de turistas chinos y coreanos , pero el calor, ya lo creo que lo habríamos eludido y es que llegamos a superar los 35ºC con una humedad muy alta. Hizo calor y además, me picaron dos mosquitos, con el mosqueo consiguiente.

Nuestro guía, como he dicho antes, un antiguo monje, tenía dos peculiaridades que restaron mucha calidad: la primera es que hablaba muy mal el español. Angel decía que el asunto debía consistir en que él decía palabras y nosotros las juntábamos en el orden adecuado para que fueran comprensibles. La segunda es que se enrollaba como las persianas, contando aspectos o dando datos para nosotros irrelevantes por la gran diferencia cultural y no le daba luego tiempo a lo importante, además de retenernos mucho tiempo cuando lo que deseábamos era explorar, ver, absorber y procesar todo lo que teníamos a nuestro alrededor. Debíamos permanecer pacientemente a la entrada de estas maravillas sin poder acercarnos a disfrutar de ellas mientras que nos relataba cosas, a mi juicio, poco relevantes. Demasiado detalle.

A esto se sumaba que había alguno con ganas de destacar que hacía preguntas absolutamente estúpidas, así que una vez que nos paramos a la entrada del primer templo y vi de qué iba, procuramos con discreción, perdernos y entrar. La impaciencia me podía. Pero Angel, que es muy paciente, también sucumbió.

Y ¿qué decir del lugar?
Que es absolutamente mágico, impresionante, espectacular, hermoso, único…me cuesta trabajo encontrar calificativos para él.

Angkor se encuentra a 8 km al norte de Siem Reap. Se trata de un inmenso parque arqueológico, principal atracción cultural y turística de la zona. El complejo arqueológico de Angkor comprende además un inmenso territorio de templos y otras ruinas que no se circunscribe sólo a Angkor Thom. Angkor abarca una extensión en torno a los 200 km², aunque recientes investigaciones hablan de una posible extensión de 3000 km² y una población de hasta medio millón de habitantes.

Angkor Thom fue la ciudad real intramuros fortificada construida al final del siglo XII por un rey Jemer. Fue conquistada y destruida. Todo el complejo de Angkor, incluido Angkor Thom, fue declarado Patrimonio de la Humanidad

La ciudad real fue construida al lado del río Siam Reap, con un área de 9 km2 siguiendo la forma casi cuadrada de 3 km de lado, rodeada de un pozo y de un muro de 8 metros de alto.


Comenzamos por el Angkor Mebon del siglo X. Era nuestro primer templo y nos detuvimos a la entrada. Y el guía habla, y habla y comienzo a perder el interés por que proporciona datos demasiado minuciosos como para que me interese. Desconecto y luego empiezo a alejarme. Por fin nos dan “recreo” para perdernos por el templo.

Mebon fue dedicado al dios hindú Shiva y honra a los padres del rey. Estaba construido en el centro de una laguna artificial. Cuenta con dos muros exteriores y tres niveles. 


Observamos toda la gama de materiales duraderos típicos de la construcción jemer: piedra arenisca, ladrillo, laterita y estuco. En la parte superior hay una torre central en una plataforma cuadrada, rodeada por cuatro torres más pequeñas en las esquinas de la plataforma.  

En las esquinas de los primeros y segundos niveles hay esculturas de elefantes de dos metros de altura.

Subimos, bajamos, intentamos fotografiarnos sin chinos, lo cual resultaba prácticamente imposible, y consumimos el tiempo que nos habían dado. Pero antes, nos acercamos a ver un termitero de casi metro y medio de altura.






Al autobús de nuevo y parada en el Bateay Kdei tambien del siglo X.  Nos impresiona una puerta que aparece abrazada por la raíces de un árbol gigantesco.

Prácticamente no existe documentación. No es una construcción unitaria y ha sido objeto de reformas.  Además su estado de conservación es regular, con zonas en ruinas y otras restauradas.

Ahora nos acercamos al Neak Pean.


Vamos atravesando un gran lago a través de pasarelas de madera. Y encontramos un grupo de músicos compuesto por disminuidos físicos, que tocan a nuestro paso. No serían los únicos que veríamos en Angkor.

Algunos historiadores creen que Neak Pean representa un lago mítico en el Himalaya cuyas aguas se cree que curan todas las enfermedades. El nombre se deriva de las esculturas de serpientes ( Nāga ) que corren alrededor de la base de la estructura del templo.

Neak Pean se diseñó originalmente con fines médicos. Crían que entrar en estas piscinas equilibraría los elementos en el bañista, curando así la enfermedad. Así es uno de los muchos hospitales basados en la antigua creencia hindú de equilibrio. Cuatro piscinas conectadas representan Agua, Tierra, Fuego y Viento. Cada uno está conectado a la fuente central de agua, el tanque principal, por un conducto de piedra. Originalmente, había cuatro esculturas en el lago. La única estatua que queda es la del caballo Balaha.

Ahora ya nos acercamos a comer. Un restaurante construido en madera, todo abierto a modo de terraza.


Y  finalizamos nuestra incursión a los templos en el Banteay Srei  del siglo X dedicado al dios hindú Shivá y único construido por mujeres.   Este templo llama nuestra atención por estar hecho principalmente de arenisca roja pintándolo todo de este color. Esta precedido de un pequeño lago que a trazos refleja su imagen. Nuestro guía habla y habla deteniéndose en datos a mi juicio anecdóticos por lo que me aburro y me voy a explorar el templo.






La arenisca  permite unas decorativas y elaboradas tallas en los muros  trabajadas al detalle y algunas tridimensionales magníficamente conservadas.  Los edificios en sí son miniaturas a escala, algo inusual cuando se les mide con el estándar de las construcciones de Angkor. Esto  ha hecho que este templo sea muy popular  entre los turistas, y ha llevado a que sea ampliamente alabado como una «gema preciosa», o la «joya del arte jemer».  Y es bonito, pero a esta hora ya echo de menos luz para apreciarlo más y poderlo fotografiar más cómodamente.
Y cansados y sudados, por que pasamos calor, nos devolvieron a nuestro hotel, donde después de una ducha salimos a investigar los alrededores. Estábamos en el corazón de la ciudad, al lado del mercado  y de la pub Street una calle donde carritos de todo tipo vendían bebidas. Comprobamos también que había una estupenda oferta de sitios donde poder cenar.







Primero paseamos por los puestos del mercado, cambiamos euros a dólares, compramos, como no, y después elegimos un sitio para cenar, no muy buena elección, pero suficiente. Cuando terminamos bajamos la cena paseando hasta el río cercano. Vimos gente pidiendo cobijada debajo del puente. Camboya nos pareció bastante más pobre que Vietnan. Al día siguiente hordas de niños nos acosarían vendiéndonos todo tipo de cosas.


Fotografiamos un puesto callejero en el que vendían bichos: escorpiones pinchados en un palo, tarántulas, una especie de anguilas, lo que parecían ankas de rana y gusanos. Un turista hacia fotos a un niño comiéndose un escorpion y le preguntaba que a qué sabia y reían. Nuestro guía nos diría después que tambien se comían las hormigas o termitas explicándonos como las cogían.

También nos detuvimos en un puesticillo a comprar un dulce que preparaban sobre la marcha. Y, cansados ya, nos fuimos al hotel a descansar.

25 de noviembre. Angkor

Cruzamos al edificio de enfrente para tomar nuestro desayuno. 
Bueno, aunque no tanto como el del hotel de Saigon.Y calor. Hacía mucho calor. Con nuestro pase debidamente colgado y  a la hora acordada  nos pasó a recoger nuestro guia.  Pero a mi juicio, tarde. Los templos abren a las 6,30 y creo que recordar que nos recogieron a las 8 u 8,30 por lo que hasta las 8,30 o 9 no llegamos cuando ya llevan dos o dos horas y media abiertos. Pero decide el guia y los españoles tenemos fama de que no nos gusta madrugar. Hoy somos de los primeros por lo que podemos elegir asiento ya que ayer me tocó “rueda” y era incómodo. Luego fuimos recogiendo a los demás hasta completar la veintena. A los “usuarios” del asiento de ayer y que hoy habíamos elegido nosotros, no les gustó nada de nada. 

Comenzamos hoy con la “joya de la corona”, el Angkor Wat. Cuando llegamos vemos que se levanta imponente al fondo, tras un lago. Pero, una vez más nuestro guia nos retiene debajo de un gran árbol, el arbol de Buda. Y bla, bla, bla…y yo me muero de ganas. Por fin llega el momento y pasamos por un puente provisional. Vemos monos, pocos, pero haberlos, hailos y me dan terror, pero están a sus cosas.

Angkor wat (el de las torres bonitas y grande)  es el símbolo de Camboya figurando en la bandera del país; es el templo hinduista más grande y también el mejor conservado de los que integran el asentamiento de Angkor. Está considerado como la mayor estructura religiosa jamás construida, y uno de los tesoros arqueológicos más importantes del mundo. Fue el centro político y religioso del imperio. El recinto —entre cuyos muros se ha calculado que vivían 20 000 personas—cumplía las funciones de templo principal, y albergaba además el palacio real.

Dedicado inicialmente al dios Vishnú,  el templo consta de tres recintos rectangulares concéntricos de altura creciente, rodeados por un lago perimetral de 3,6 km de longitud y de una anchura de 200 m. En el recinto interior se elevan cinco torres en forma de loto, alcanzando la torre central una altura de 42 m sobre el santuario.

Avanzamos al primer recinto y nos paramos frente al lago que refleja su imagen como un espejo. Una belleza. El lago está cuajado de flores de loto y entre ellas, se dibuja la oscura silueta del Angkor Wat. Pero hay mucha gente, mucha, demasiada. De nuevo nuestro guia nos retiene. No puedo más, la impaciencia me devora, así que después de que nos diera recreo para visitar el templo, nos lanzamos a su descubrimiento. Comenzamos por los espectaculares frisos que se encuentran a ambos lados de nuestra entrada.

Angkor Wat, al contrario que el resto de templos, se orienta hacia el oeste. Por este motivo, la dirección de las historias narradas en los relieves del templo han de leerse en el sentido contrario a las agujas del reloj, pero eso lo sé ahora, porque ya la visita al interior la hacemos sin nuestro pesado guía.

Y vamos desgranando uno a uno todos los rectángulos concéntricos y sorteando hordas de turistas, sobre todo chinos, que son una auténtica plaga. Mezclados con ellos y nosotros, monjes budistas dan un color naranja a la piedra gris. A algunos se acercan fieles.



Bajamos, subimos, entramos salimos…En uno de los rectángulos vemos un grupo de gente que realiza alguna ceremonia. Aquí estamos un poco más tranquilos. Todas las paredes están cubiertas de  motivos esculpidos entre los que destacan la abundancia de figuras femeninas. 


Algunas fuentes hablan de devatas, o diosas femeninas hindúes, de las que contabilizan 1500 en todo el templo y otras de apsaras o bailarinas celestiales, contabilizando unas 2000.

Y hace calor, mucho calor. Descubrimos que para que no moleste hacerse “selfies” el truco está en no quitar el teléfono del palo y vamos haciendo una foto tras otra y visitando los distintos recintos, todos muy similares.


Un grupo de jóvenes camboyanos vestidos con trajes típicos se hace fotos con turistas y cobra por ellas. Estupendo.




Y llegada la hora acordada por nuestro guía, nos disponemos a abandonar el templo. Al llegar al puente provisional vemos como un mono en un segundo escaso se lanza hacia la bolsa de plástico que porta una turista china que si en un principio se revela, al ver que es un mono, parece asumir que lo tiene perdido. Pero el mono hábilmente saca de la bolsa la fruta del dragon que debió de ver desde fuera, y con su trofeo deja el resto y tranquilamente lo pela y se lo come.

Debajo del árbol de buda esperamos a que el grupo de reuna y cuando estamos todos, con un calor de justicia, nos movemos  hacia el Bayón.

Y en el Centro de Angkor Thom está el Bayón, de construcción un poco posterior a los ya visitados, del siglo XII.

Conocido por sus torres, con la cara de Buda por los cuatro lados; las paredes estaban cubiertas de relieves mostrando escenas de la vida del rey y del pueblo.

Es …espectacular: gigantescas caras de buda que miran a  los cuatro puntos cardinales. Hay más de doscientas que nos observan con una mirada tranquila, serena.   Si todos los templos me resultan algo “laberínticos” aquí esta percepción aumenta porque solo voy mirando hacia arriba, hacia las distintas caras que se yerguen a un lado y a otro.Es un conjunto fastuoso e impactante aunque con mucha gente lo que resta magnificencia al lugar y…disminuye la sensación de tranquilidad y pequeñez que siento.










Es uno de los más representativos de Angkor.  Y cada cara es distinta a la otra, diferentes miradas, diferentes sonrisas y están formadas por un puzle de piedras que parece imposible.

Ahora, caminamos hacia el restaurante,  pasando por la terraza de los elefantes pero vamos muy justos de tiempo, por lo que apenas dedica unas palabras a ellos.


El uso principal de esta terraza era, a modo de escenario para las ceremonias reales tras conseguir la victoria en una batalla. El rey, situado en el centro de la misma, contemplaba la marcha militar de sus generales y soldados victoriosos. A lo largo de la terraza sus concubinas bailaban como si de apsaras se tratara.

Después de comer, retomamos nuestra marcha parando primero en Baphuon, templo de montaña  en forma piramidal que se yergue impresionante hasta alcanzar una altura de 25 metros en cinco plantas

Construido  en un terreno lleno de arena y debido a su inmenso tamaño, el templo se hizo inestable a lo largo de su historia.

Y tuvimos que “escalar” para llegar hasta arriba por una interminable escalera cuya inclinación era muy pronunciada y con escalones de un tamaño considerable para lo que me tenía que ayudar a veces con las manos. Cuesta ascender, sobre todo con ese calor y después de comer, pero siempre intentamos seguir nuestra máxima de que aquí ya no vamos a regresar. Y  pese a todo, “hicimos cumbre”.

En el siglo XV  se construyó  una estatua de Buda reclinado de 9 metros de altura por 70 metros de largo en el segundo nivel del lado oeste, que probablemente requirió la demolición de una torre de 8 metros por encima, lo que explica su ausencia actual. Pero cuando se añadió esta estatua de Buda, varías partes del templo se habrían derrumbado ya.

Este inmenso  buda reclinado cuya forma cuesta distinguir si no te lo dicen,  es un gigantesco puzle de piedras que forman esta figura.


Y ahora, reunidos otra vez nos dirigimos al Ta Prohm o templo de las raíces.

De finales del siglo XII, sirvió como monasterio budista, llegando a alojar al menos a 12.640 personas. En la actualidad la fama de este templo se debe al hecho de ser uno de los pocos monumentos que todavía no ha sido "rescatado de la selva", pues fue el templo elegido para mostrar el estado en el que se encontraban los templos de Angkor a finales del siglo XIX, cuando fueron descubiertos por los occidentales. ​

A raíz de esta falta de intervención, el lugar ofrece una impactante combinación de ruinas y naturaleza que lo han convertido en una de las principales atracciones turísticas de Camboya.
Y es absolutamente impactante. Asi las raíces y ramas de los arboles, algunas de un tamaño impresionante,  abrazan las ruinas y se han convertido en parte de ellas.

Ya antes de entrar y mientras escuchamos –yo ya he desconectado de tanta verborrea- observamos como las raíces de uno de ellos se extienden por encima de losas de piedra y como el tronco de un árbol aparece mágicamente del tejado de un edificio del templo.

Y por fin, entramos. El sitio es …impactante, y lo que impresiona es esta mágica combinación de piedra y raíces enormes, casi onírica, irreal…



Hacemos cola para fotografiarnos con el “spung”, un gigantesco árbol cuyas raíces o ramas se han extendido desde el tejado recorriendo toda la fachada hasta el suelo.  Tiene una altura tremenda y tengo que utilizar el objetivo panorámico de la cámara de teléfono para abarcarlo. Pero, la luz no es buena, y las fotografías por tanto, tampoco. Carecen de una buena luz.









En otro rincón destaca también las ramas de un ficus gibosa que se han alargado por el tronco hacia el suelo en un entrelazado retorcido y lioso sobre la puerta de entrada a un pabellón.

En otro sitio, por un agujero de un tronco, se asoma la cabeza de lo que parece ser un buda con su serena sonrisa.


En fin, broche magnífico a nuestro recorrido por solo algunos de los templos de Angkor, y visita deslucida, no solo por el calor y por el numeroso grupo que formábamos, si no por un guía que no ha sabido captar nuestra atención y que ha conseguido que huyéramos de sus explicaciones. Al menos para nosotros.

Y también me quejo de que nos ha faltado una buena luz para fotografiar algunos templos. Mientras que el día amanecía a las 6 o 6,30 de la mañana, nosotros lo comenzábamos a las 7,30 u 8 en que nos recogían del hotel. Tarde, muy tarde.

Ahora ya vamos de regreso a nuestros respectivos hoteles. Nuestro guia recoge información de los vuelos que según él, ha de confirmar.  Mañana por la tarde marchamos muchos, casi todos.

Ducha y esta vez seleccionamos un restaurante que viene recomendado por triadvisor. Cruzamos el río  alejándonos de la zona en la que cenamos ayer. Parece un lugar más solitario y nada parece indicar que a donde vamos haya un restaurante. Pero vemos un autocar a lo parece su puerta y lo encontramos. Vemos la carta, más bien cara y alguien, justo cuando estamos leyéndola, se dirige a nosotros preguntándonos si queríamos cenar e informándonos que ya estaba cerrado, pero cuando le decimos que somos dos personas, nos guía hacia una mesa.

El sitio es un encanto: un jardín en el que hay una estructura central abierta de madera en la que se distribuyen mesas. Y mucho extranjero. A nosotros nos pone en un extremo junto a un pequeño estanque con peces que parece rodear esta estructura.

Si bien la comida no puedo definirla como una exquisitez,   sí fue muy buena, muy bien presentada y con un trato excelente. Un acierto que ponía un bonito broche a nuestro viaje  de 16 días por estas latitudes. Caro para lo que cuesta comer aquí, pero que rompía un poco los sitios a los que habíamos estado yendo a comer y cenar durante nuestro viaje.

Y a dormir. Mañana afrontaríamos nuestro último día y el cansado viaje de regreso.

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