HANOI Y HALONG


19 de noviembre. Hanoi

A las 7,30 estábamos ya en el hotel de Hanoy donde pasamos la primera noche, aunque como le comentamos a Ly que el tamaño de la habitación era escaso, esta vez nos dieron una habitación triple. Un poco después recogimos a las personas que formarían nuestro grupo hasta que dejáramos el país para ir a Camboya. Y aquí afortunadamente el grupo era de 8 personas, nosotros dos y tres parejas más, así que perfectamente manejable.



Así en un microbús nos acercamos al centro de la ciudad para comenzar nuestra visita por el Mausoleo de Ho Chin Min. 




Y qué suerte que en esta época el “difunto” está en la Unión Soviética para que revisen su “estado de conservación” por lo que…”lamentablemente” no pudimos hacer las colas que se forman  dirigiéndonos a la pagoda del único pilar para después, de regreso a la gran explanada donde se encuentra el mausoleo, ver el cambio de guardia llevado a cabo por militares impecablemente vestidos de blanco de la cabeza a los pies.

Este pequeño y curioso templo Budista es único en el mundo, ya que su estructura, inspirada en la flor de loto, no ha sido replicada en ninguna otra ciudad del mundo. Consta de una columna de piedra de poco más de 1 metro de diámetro, sobre la que descansan unos pilares de madera que sustentan todo el conjunto. Ascendiendo unas  escaleras llegamos a ella, no sin antes haberme tenido que cubrir mis brazos.  Esta pequeña Pagoda aloja en su interior un altar en honor a Buda donde las parejas que deseen ser bendecidas con muchos hijos deben realizar una ofrenda.


Y de aquí al templo de la literatura primera universidad de Vietnam o academia imperial hacia el año 1076. Allí se enseñaba composición literaria, clásicos confucianos, etc. en general, educación mandarín. Destaca que es uno de los pocos lugares de todo Vietnam dedicados a Confucio, ya que Vietnam es en su mayoría budista.

Inicialmente el uso de la universidad o academia imperial estaba restringido a príncipes, nobles y realeza del país. Más tarde se permitió el acceso a los estudiantes más notorios del país.

La universidad funcionó durante 700 años y se dice que la dificultad era tal, que tan solo un puñado de estudiantes era capaces de superar los exámenes y obtener la máxima nota (cum laude).

El nombre de dichos estudiantes, unos 2300, se esculpieron en 116 losetas de piedra  que encontramos a la entrada del templo pero tan solo se conservan 82 de ellas, apoyadas sobre una tortuga que simbolizan la longevidad.


Otra de las reliquias del templo es una campana del siglo XVIII  y frente a ella un gran tambor.

Después nos llevaron a dar un paseo en las “bicicletas para turistas”. Personalmente no me gustan. Prefiero pedalear yo a que lo haga otra persona en mi lugar aunque aquí, ni aunque me la dejaran gratis me atrevería a internarme por este caos circulatorio. Pero era lo que tocaba.  Una fila de  bicicletas, una  tras otra hasta un total de ocho  discurrieron por el centro de Hanoy  hasta llegar al restaurante. La experiencia fue agradable y curiosa pero no me sentí muy cómoda.

Comimos y regresamos al hotel. Pese a que estábamos cansados pensamos que si nos quedábamos un poco a descansar luego sería más difícil movernos además de que estaba inquieta por conseguir las entradas para ver el teatro de las marionetas del agua, aunque Ly nos había dicho que no había problema alguno. Así que decidimos acercarnos al teatro,   junto al lago a unos cinco o diez minutos andando.

Mucha gente ya que había funciones continuas pero nos sorprendimos cuando únicamente pudimos elegir filas a partir de la mitad. Pretendía escoger, siguiendo el consejo leido, a partir de la segunda o tercera, pero estaba ya todo cogido y lo mismo ocurría con otras funciones además de que  la señora que vendía las entradas no era muy amable que digamos. Supusimos, como comprobaríamos después, que las agencias compraban muchas y solían ser más madrugadoras que nosotros. Algunas las incluyen en el paquete del viaje. No así la muestra. Ya intenté ponerme en contacto con el hotel para preguntar si ellos lo podían hacer por mí, pero no respondieron. y por agencias costaba mucho  más caro, casi diría que “inexplicablemente” más caro. Y si bien es cierto que hay también  lo fue  que no pudimos elegir. Mi consejo: si se quiere una buena posición, cogerlas con la antelación posible.

Aunque me ofrecí para comprar entradas a más personas del grupo, ninguna quiso sumarse,  así que únicamente compré dos.

Y de nuevo el caos circulatorio de miles de motos. Nos quedamos un rato en un cruce contemplando fascinados el ir y venir de las motos. Parecía milagroso que no se golpearan o que no hubiera algún accidente porque la forma de pasar era por donde se podía. No había preferencias, ni ceda el paso, ni izquierdas o derechas. Solo una norma: se pasa por donde se puede, da lo mismo como y por donde. Aquí diríamos a la de “me cagüendiez”.

Echamos un vistazo a algunos restaurantes de la zona para  cenar después del teatro y localizamos un par de ellos, pero fuimos incapaces de encontrar uno que la joven pareja de nuestro grupo nos comentó.

Nos acercamos al lago, paseamos sobre un puente en él y pusimos rumbo al mercado de la ciudad que encontramos al final de una concurrida calle llena también de comercios con otras muchas más perpendiculares donde se vendía, al igual que en Saigon, de todo. Pero aquí eran calles o zonas “temáticas”. Al final encontramos el edificio del mercado, de dos plantas. Y una vez más, vendían de todo en montones que formaban torres. Se circulaba sorteando todo tipo de bultos y obstáculos. Lo que más me sorprendió fue la planta superior, dedicada principalmente a telas. Los rollos o trozos se acumulaban en montones que alcanzamos metros de altura y la mezcla de colores y formas conferían un aspecto bastante  peculiar a esta parte del mercado.


Y se acercó la hora del teatro, por lo que regresamos para tomar posesión de nuestros asientos. Ya había mucha gente sentada y las primeras filas permanecían libres, como la butaca que estaba frente a mi.
Pero, las primeras filas se completaron y por desgracia para mi, también el asiento anterior lo que me dificultó la visión ya que cada vez que movía la cabeza, me tapaba parte del escenario.

Pero me apañé bien. A ambos lados del escenario, en una parte alta se situan los músicos y narradores. El escenario, abajo, está cubierto de agua. Y el espectáculo es mágico. 


Está compuesto de varias historias que van narrando en directo. La música es también en directo, y en cada historia cambian los personajes, o marionetas. No solo es algo único y singular, sino también hermoso y lleno de luz y color y pese a estar narrado en vietnamita, en ningún momento tuve la sensación de aburrirme. 

Al parecer el origen de este tipo de espectáculos esta en los campos de arroz ya que se pretendía  entretener a los hijos de los campesinos mientras estos trabajaban.

Pese a haber varias funciones desde las 15 horas, todas parecen completas. A mi juicio es un espectáculo que ningún turista debe perderse. Es….mágico.

Al salir nos fuimos a cenar a uno de los sitios localizados, pero la verdad es que no tuvimos mucha suerte. No tenían agua, se había “agotado” por lo que tuvimos que consumir otra bebida y los platos tampoco eran muy allá, pero bueno, es lo que tiene esto, unas veces se acierta y otras, no.

Regresamos al hotel  sorteando de nuevo motos para cruzar las calles y arterias de la ciudad, pero ahora el tráfico era menos denso y ya nos habíamos habituado a hacerlo: una vez que empiezas a cruzar….no parar hasta acabar. También observamos que en los parques había coches grandes de juguete que podían ser usados por los niños, suponemos que abonando el correspondiente importe.
Unos diez o quince minutos después estábamos de regreso en nuestra habitación para descansar y poder afrontar el día siguiente que nos llevaría a la bahía de Halong.

20 de noviembre. Bahia de Halong

Un poco antes de la hora acordada por Ly estábamos ya todos en pie y coincidimos en la cafetería tomando nuestro desayuno. Recogimos todo y de nuevo, con todas la maletas en la recepción. Allí nos recogieron para trasladarnos en un viaje de varias horas hasta la bahía de Halong.

En nuestro camino atravesamos pueblos o pequeñas ciudades y en una ellas vimos un accidente…mortal. Apenas se notaba nada, tan solo, cuando pasamos a su lado, un policía custodiaba el cuerpo sin vida ya de una persona joven que permanecía boca abajo. No estaba tapada. Ly comentó que no pasaba nada, que eran muchos vietnamitas. A mi se me encogió el corazón. La muerte siempre estremece pero cuando se encuentra de una manera sorpresiva, en la carretera, a una persona tan joven, y seguramente en su trabajo, es mucho  más dramático.

Paramos en una tienda de artesanía donde minusválidos trabajaban y ofrecían sus productos a los turistas. Conseguí un buen precio por unos cuadros bordados de seda. Nosotros compramos dos y la joven pareja uno.

Nos llevaron a un muelle, a un elegante edificio donde por grupos esperábamos que nos fueran llamando para llevarnos a nuestros barcos. Nuestro grupo se dividió en dos: uno formado por las tres parejas más maduras entre las que nos encontrábamos nosotros,  y por otro lado la pareja joven. 
A nosotros ya nos habían preguntado si teníamos algún problema en ir a otro barco calificado como de “lujo” o categoría superior al que habíamos elegido y a ninguno nos importó.

Por un lado se llevaron nuestras maletas y nosotros arrastramos las pequeñas. Nos condujeron a una parte del muelle donde nos esperaba nuestro barco. Un grupo de músicos nos daba la bienvenida en tierra mientras que la tripulación  lo hacía desde el barco. ¡Cuánta parafernalia!.

Nos asignaron un camarote, nos dieron la llave y para allá fuimos. Era el primero de la proa y cuando entramos, ¡vaya sorpresa! Era enorme, como la habitación de un hotel, con muchas ventanas y luz, y un pequeño balcón abierto al mar. 

El baño igual que el de una habitación normal. A lo mejor mi ignorancia contribuyó a mi sorpresa. Las habitaciones de las otras dos parejas eran mas pequeñas. La nuestra, al estar en la proa, resultó un poco más grande.  Allí encontramos también nuestras maletas, así que nos instalamos y nos dispusimos a subir al restaurante donde nos citaron a todos para darnos la bienvenida, unas pequeñas instrucciones de seguridad y un plan general de actividades durante la travesía que duraría hasta la mañana del día siguiente. Pero tengo que añadir que en perfecto inglés.

Pese a que la responsable hablaba unas palabras de español, todo se hizo en inglés, cosa que ya sabíamos ya que se nos avisa expresamente de que en el barco no hay guia en español, así que siendo la que mejor se manejaba en este endiablado idioma (en el país de los ciegos el tuerto es el rey) tuve que hacer de intérprete improvisado para el resto del grupo. Comprobé que era realmente difícil ejercer este papel ya que por un lado, tenía  que comprenderlo, asimilarlo y recordarlo para después, recuperarlo en español de mi memoria y contarlo. Y en todo este proceso, perdía mucha información. No podía hacer todas esas tareas casi a la vez.  A lo mejor, a trozos cortos hubiera sido más fácil, pero seguido…tarea casi imposible.

Decir que el restaurante estaba en la parte superior, rodeada también de enormes ventanales a través de los que podíamos ir disfrutando de este espectacular sitio que es…como un sueño.




Desde donde teníamos mejores vistas eran desde la terraza del barco en la parte superior del basrco: enormes moles de piedra cuajadas de vegetación se iban quedando a nuestra derecha e izquierda y nos rodeaban por todos los sitios mientras que el barco lentamente se desplazaba por la bahía. Casi era un paisaje onírico, de una belleza intensa, única. Lástima que no había sol. Supongo que disfrutar de él mientras se contempla esto debe ser como tocar la lotería, pero no me importaba. No sabía a donde mirar, quería abarcarlo todo a la vez, lo cual era imposible…

La leyenda dice que unos dragones lanzaron piedras y jade sobre los barcos invasores que intentaban entrar en Vietnan a través de la Bahia. Ganaron la batalla y al contemplar la belleza del lugar, los dragones decidieron quedarse a vivir en la bahía, y de ahí su nombre: “la bahía de los descendiente del dragón”.

Son miles de kilómetros cuadrados de formaciones kársticas en forma de islotes no habitados a través de los cuales nos íbamos desplazando lentamente, como flotando en un sueño.

Pronto llegó la hora de la comida que fue de bufet libre donde me causaron una excelente impresión las ostras cocinadas. Y todo muy elegante, muy fino…incluso si en un pasillo coincidías con un camarero, éste se quedaba pegado a la pared cediéndote el paso. Para mi…demasiado. Esto no me hacía sentirme cómoda.


Durante la tarde hicimos dos paradas: una a una cueva a donde nos llevaron en un parquito que el propio barco arrastraba. Una cueva vulgar. Y la otra a un pueblo flotante. Y éste sí que despertó mi siempre hambrienta curiosidad.

La Bahía de Halong está habitada por pescadores. Para construir estas singulares viviendas, unieron distintas partes de madera, botes, bidones, etc  hasta conseguir este pueblo flotante de un centenar de habitantes que posee una escuela a la que se desplaza un maestro dos veces por semana, tiendas y casas en las que vimos perros. Al parecer cada casa tiene al menos dos para guardarlas de posibles ladrones mientras sus propietarios  se encuentran ausentes pescando, único actividad  de subsistencia de sus gentes.
Nosotros elegimos hacer la visita en barca, mientras que otros lo hicieron en Kayac. Me hubiera gustado este último medio, pero el tiempo no invitaba. Sí o sí nos íbamos a mojar y la temperatura no era atractiva.




De regreso participamos en una actividad de cocina que consistía en intentar hacer rollitos de primavera con pan de arroz. Así salían voluntarios de tres en tres ya hacían una especie de concurso de rapidez y calidad. Como éramos pocos, participó Angel y no se le dio mal. Pero…sigo echando de menos tener un inglés un poco más fluido para poder hacer algún que otro comentario y ser más participativa o tener una conversación distinta de la de la mera “subsistencia”. Las otras dos parejas que nos acompañaban jugaban en cubierta a las carta.

Y pronto nos dio la hora de cenar. Esta vez la cena era servida. Y…todo muy mono, muy bien presentado, pero…más bien escaso y de calidad más bien vulgar.

Después de la cena la actividad propuesta era la pesca del calamar, así que para allá fuimos. Y nos dieron un palo, con una cuerda y al final un anzuelo. Me recordaba a “carpanta”. El entretenimiento consistía en meter en anzuelo en el agua e irlo subiendo a ver si en el camino enganchábamos alguno. Imposible. Un pasajero pesco…una percha, pero nada más. Observamos como desde otros barcos también se entretenían en esto. Luego nos diría Ly que en la bahía se han comido ya todo.


En fin, nos reímos un rato y nos fuimos a dormir no sin antes echar un vistazo a la belleza de esta bahía en la que ahora, en oscuridad de la noche, se dibujaban las negruzcas siluetas de los peñascos entre los que el barco estaba anclado y  las lucecillas  de otros que como el nuestro, dormitaban o pescaban.


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