26 de noviembre. Lago Tomle,
Siemp Reap y aeropuerto.
Como el día anterior, nos recogen de los primeros ya con las maletas
preparadas para marchar. Nos dirigimos al lago Tomle.
En no mucho tiempo llegamos y nos dirigen a las embarcaciones.
Comenzamos a surcarlo.
Este lago representa la mayor extensión de agua dulce del sudeste
asiático y se ubica en la llanura central del país, formando parte del mayor
ecosistema hídrico del sudeste asiático y es objeto de protección como biósfera,
declarado como tal por la Unesco. Está alimentado por numerosos cauces
procedentes de todas las latitudes, que son, a su vez, un importante medio de
transporte en la región central del país.
Es además vital para la economía regional por su riqueza en pesca y la
fertilidad de sus riberas para el cultivo del arroz. El lago está asociado
además al complejo arqueológico de Angkor Wat.
Nuestro viaje termina en una aldea flotante habitada por gente de
origen vietnamita que viven de la pesca, y utilizan el agua del lago para
bañarse, lavar la ropa o beber.
Nos adentramos por la “calle principal” a cuyos lados se extienden
estas curiosas viviendas de madera. Unas parecen flotar sobre enormes bidones y
otras parecen construidas sobre el fondo, palafitos. Todas las casas disponen
de generadores eléctricos y es difícil ver una que no tenga antena de TV. En el
lago hay un colegio que hace las veces de orfanato.
Nos adentramos más en este lago saliendo de este enorme canal para disfrutar
de sus interminables vistas que no podemos abarcar con nuestros ojos. Podemos
subir al techo del barco para admirar su extensión. Es inabarcable y sus aguas
parecen no tener fin.
Desembarcamos en lo que es una granja de cocodrilos. Allí nos dirigen a
un espacio a donde nos asomamos y vemos un grupo de cocodrilos que impresiona.
Son enormes y podemos ver 30 o 40 unos encima de otros, tomando el sol, algunos
con sus terribles mandíbulas abiertas. Impresiona, más, sobrecoge sobre todo si
pensamos con qué deben de alimentar a estos monstruos. No quiero pensar en que
pueden ser en algunos casos perros. Deben de durar segundos…

Ahora de nuevo embarcamos y regresamos al autocar. Observo los pies del
conductor del barco. A la altura del talón tiene una protuberancia redonda del
tamaño de una canica grande que debe ser un cayo producido por el roce al
conducir este barco.
Y nos devuelven a la ciudad y a los hoteles respectivos informándonos
de la hora en la que seremos recogidos para llevarnos al aeropuerto. Partiremos
en varios grupos.
A nosotros nos recogerán un poco después de comer así que, dejados en
el hotel a media mañana disponemos de varias horas para pasear por la ciudad.
El conjunto es muy colorido. La brillante pagoda está rodeada de
jardines bien cuidados y esculturas decorativas así como estupas variadas.
Paseamos con mucha tranquilidad por el recinto. Es un oasis en el ajetreo
y bullicio de la ciudad y solo por pasear por los jardines y descansar en uno
de los bancos disfrutando de la paz de lugar, merece la pena unos minutos.
Dejamos esta pagoda para dirigirnos a otra, la Wat Bo por donde estuvimos cenando anoche. La calle Wat Bo, que
corre paralela al río Siem Reap, es un área bulliciosa y llena de vida. Junto a
lo que parece ser el templo encontramos un colegio que ahora es un hervidero de
chicos que entran y salen. Y buscamos la entrada.
Es un complejo grande y es el más antiguo de la ciudad. Parece algo
descuidada. Al entrar topamos con un grupo de 4 o 5 jóvenes junto con un monje
que nos pregunta de donde somos. Al responder que de España dice que igual que
los chicos. El monje nos dice que nos abracemos y besemos lo que hago
encantada…pero…recordando que una mujer no debe tocar a un monje budista y
menos mal porque de no haberlo sabido y con lo impetuosa que soy yo me hubiera
acercado a plantarle un par de besos. Supongo que aterrado se hubiera alejado
creando una situación algo incómoda.
Así que, besé a los chicos…y me alejé convenientemente de nuestro
monje. Y creo que el grupo encontró su liberación porque inmediatamente
nos
entregaron el relevo diciendo que tenían que acudir al aeropuerto. Ante el
comentario y temiéndome esto les pregunté que si era pesado a lo que
contestaron “algo”. En fin. Avisados estábamos.
Así que el monje nos adoptó y decidió acompañarnos en nuestra visita,
en lo que él quiso, claro porque luego lei que este templo tiene unos
impresionantes murales que no nos enseñó, aunque también es cierto que el
tiempo se nos echó encima y tuvimos que decirle que nos teníamos que ir.
No obstante, la visita fue interesante. En un buen inglés que
comprendía cuando hablaba más despacio y que iba traduciendo a Angel, nos fue
paseando por el lugar.
Guiados por él nos detuvimos a las puertas de lo que parecía ser el
edificio central para descalzarnos y sentarnos un momento a meditar junto a él.
Así nos sentamos e imitamos su postura. Nos mantuvimos en silencio unos
minutos. Luego nos dijo que al igual que hacemos deporte, deberíamos practicar
meditación unos minutos todos los días y nos sentiríamos mejor. Totalmente de
acuerdo con él.
Paseamos con tranquilidad por un recinto que parecía muy abandonado
contrastando vivamente con lo cuidado que estaba el Preah Prom Rath. Fuimos
hasta lo que era el crematorio y nos
acercamos a él siguiendo su invitación. Sinceramente es que el sitio me
imponía, pero para él parecía ser lo más
natural del mundo ya que tuvo que “empujarnos” a que nos acercáramos a la
propia pira, una especie de altar donde suponemos que pondrían los restos del
difunto para ser incinerados.
Paseamos charlando, él contaba y si no se lanzaba a hablar rápido yo le
comprendía y cuando no, asentía para no alargar demasiado la visita. Viendo que aquello podría no tener fin, en un
momento determinado le dijimos que teníamos que irnos para comer e ir al
aeropuerto para regresar a nuestro país, así que nos acompañó a la salida
despidiéndonos de él. Los demás monjes
del recinto no parecían ser tan comunicativos como él.
Visita curiosa, sorprendente e interesante tras la cual teníamos que
buscar un sitio donde poder comer. Así que nuevamente nos acercamos a la zona
donde estaba el hotel, elegimos un sitio que resultó ser algo mejor que el de
la primera noche y después nos acercamos al hotel para darnos un baño en la
piscina, ducharnos y prepararnos para el viaje de regreso. Según nuestro guia
todos los hoteles estaban preparados para que los turistas que abandonen el
hotel en el día puedan ducharse y adecentarse si su vuelo sale tarde.
Así que nos bañamos envidiando las habitaciones que daban al recinto de
la piscina, descansamos en las hamacas y después, cercana la hora, nos duchamos
y preparamos para el interminable viaje de regreso.
A la hora acordada nos recogieron a nosotros y otra persona del grupo
que viajaba sola dejándonos en el aeropuerto a nuestra suerte para pedir
asientos, facturar, etc. Ya que según el guia no permitían que ellos entraran. Pero, nos entendimos bien. Yo pedí pasillo, y
nos dieron los asientos separados por el pasillo, pero no nos importó. El viaje
de regreso era más largo que el de ida y si aquel había sido pesado, este lo
iba a ser mucho más.
Así que de Siem Reap a Hanoi. Aquí espera para conectar con el vuelo
hacia Londres. Y después 13 horas de vuelo hasta Londres!. Yo me “chuté” una
pastillita e intenté dormir, lo que conseguí la mayor parte del trayecto. Y
menos mal.
En Londres, nuestro compañero de viaje, que no hablaba nada de nada de
inglés, pierde su vuelo de conexión con Madrid, y también el AVE. Le ponen en
el nuestro. Pero tan tranquilo que estaba.
Del regreso, mencionar que Angel se dejó la tarjeta de embarque al otro
lado del control y cuando le pedí al guardia que mirara por favor me dijo que
no era asunto suyo. Busqué otro que sí
nos ayudó dándonos la tarjeta.
A la hora indicada embarcamos y dos horas y media después concluyó
nuestro periplo por Vietnan y Camboya. Creo que ya al menos por ahora, hemos
acabado con el sureste asiático: muchas horas de vuelo. Me quedaría Japón e
incluso pienso en Nueva Zelanda, pero lo veo lejano.
Esto me va gustando, me refiero a los largos y lejanos viajes. Y
pienso en el siguiente: posiblemente
Costa Rica. Tres meses después, cuando
escrito este breve relato, he comprado los billetes de avión (unos 640 euros
cada uno) para ir Madrid-San Jose (costa Rica) del 15 al 30 de noviembre en
vuelo DIRECTO, 10 u 11 horas. Queda mucho tiempo, pero ahora, la diferencia en
precio con un vuelo de 15 a 18 horas de duración y con 1 conexión es de tan
solo 100 euros. Así que, recién terminada una aventura afronto otra, más la
corta de Semana Santa a Cantabria y la del verano a, seguramente Alsacia. Entre
medias, pequeñitas escapadas. Esto, me da vida y me anima a seguir acercándome
a mi jubilación.
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